Sin embargo, los expertos en marketing, los gurúes de la consultoría y el mainstream mediático juegan, bajo la lógica del espectáculo, a la alta política un rato. Y luego, se decepcionan porque no pasa nada, como si la culpa fuera de los candidatos y nada tuviera que ver el dispositivo.
En el entorno de Sergio Massa, por caso, evaluaban anoche que el tigrense salió bien parado. Concedían que el formato es complejo, lo cual lo torna lento y aburrido, y que "se gastaron las réplicas en economía al principio". Más allá de eso, ponderaban que el ministro de Economía estuvo sólido, sin errores ni furcios.
La puesta en escena le servía al postulante del oficialismo para que se notara, por contraste, su preparación para el cargo frente a los desatinos de Patricia Bullrich y Javier Milei. En ese sentido, misión cumplida. La incógnita, como siempre, es desmadejar el ovillo que enreda la percepción social y cómo se traduce, en la conciencia de los indecisos, lo que ocurrió anoche.
Tal vez lo más importante haya sido que la querella constante por la corrupción no redundó en el griterío que los financistas de Bullrich y Milei anhelaban. Como si los contrincantes de Massa vinieran de un repollo impoluto, la prensa pretende que las fotos de Martín Insaurralde reinstalen una discusión moral que manche o desprestigie, por enésima vez al oficialismo.
El daño efectivamente se produce. El escándalo obviamente prende. La vergüenza talla y el compromiso militante se resiente por unas horas o unos días. Pero la discusión verdadera no es moral sino política y no es sobre la corrupción sino sobre la desigualdad. Y no es casualidad que el affaire de un ex intendente y funcionario del gabinete bonaerense se utilice ahora, cuando hasta el macrismo admite que el gobernador Axel Kicillof aventaja a sus retadores con cierta holgura. Para colmo, ametrallan desde sus pantallas con la ostentación del lomense para empañar la austeridad personal y la solvencia política del mandatario que puede garantizar con su gestión y su caudal electoral la remontada de Massa.
Así las cosas, ni el debate ni las fotos con una modelo en Marbella cambian lo escencial. La política sigue siendo la guerra por otros medios. Y la lucha sigue.