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Cristina y Alberto juntos en un documento por Assange

Por Cynthia Garcia y Pablo Di Pierri 

Lunes, 03 de abril de 2023 a las 10 06

La realidad política y económica es voraz para la absorción de la agenda periodística. Sin embargo, un día como hoy pero hace dos semanas arrancaba en Argentina el III Foro Mundial de Derechos Humanos, cuya organización corrió aquí por cuenta de la Secretaría de Derechos Humanos y la inquebrantable voluntad de los organismos pero concitó el compromiso de 98 países que enviaron y dispusieron de delegaciones, expositores y experiencias de lucha convertidas a través de sus actores en testimonios para su divulgación

Uno de los saldos más altos del Foro fue su declaración oficial, firmada tanto por el presidente Alberto Fernández como por la vicepresidenta Cristina Kirchner, el gobernador Axel Kicillof, la Asociación Madres de Plaza de Mayo, Madres Linea Fundadora, Abuelas de Plaza de Mayo, Evo Morales, Rafael Correa, Ernesto Samper, Raúl Zaffaroni, Baltasar Garzón, una cantidad de dirigentes políticos, gremiales, referentes de la cultura y un sinnúmero de luchadores políticos y sociales.

En ese texto, se insta al Departamento de Justicia de los EE.UU. a que retire todos los cargos contra Julian Assange, "apelando a la propia Constitución de Estados Unidos, los estándares de derechos humanos reconocidos en el Derecho Internacional y las más elementales cuestiones humanitarias, ya que la vida de un periodista está corriendo peligro, y la libertad de prensa y el derecho de acceso a la información del mundo están en riesgo".

La preocupación de los firmantes radica en la solicitud de extradición tramitada por parte de los Estados Unidos de América sobre el periodista y fundador de WikiLeaks, actualmente en prisión provisional en condiciones infrahumanas en la cárcel de alta seguridad de Belmarsh, en el Reino Unido.

Julian Assange, fundador de WikiLeakes

En la era de la información como commoditie y la catarata de basura digital como cortina de exposición abrumadora de datos imposibles de procesar sin perderse, el pecado de Assange fue desnudar el sistema y liberar el acceso a la matrix. Su coraje incluso obliga a preguntarse si lo que hasta acá se ha conocido y reivindicado como derecho a la información y a la comunicación no debería acaso empezar a designarse como derecho a la comprensión.

Porque si bien sigue siendo cierto que la información es poder, y la persecución contra Assange y tantos más lo confirma, pareciera que parte de la fuerza de los verdugos reside, paradójicamente, en la confusión.  

La información era el patrón de acumulación del poder cuando el poder necesitaba ocultarla para que quienes lo detentaban pudieran seguir prevaleciendo. Hoy, para seguir atornillados a la gerencia del mundo, no precisan tanto ocultar lo que pasa como sembrar caos sistémico. Habiendo demolido el estatuto de la verdad, les basta con que nadie crea en casi nada y la sociedad se consuma en su fe hacia cualquier distopía.

Por eso, es imprescindible la persistencia en la construcción de organización y en el rediseño de narrativas que vuelvan a urdir la trama de significados que los pueblos necesitan para ponerse de pie. De lo contrario, sus héroes serán capturados de a uno, aislados en prisiones y persecuciones de diversas modalidades y estigmatizados para que nunca emerjan cuadros que vuelvan a animarse.

La libertad de Assange es, en definitiva, consigna para bombo, remera y vincha de los que no se callan ni se rinden jamás.

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