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Dólar a $400: ¿hasta cuánto puede llegar?

El Dólar alcanzó finalmente los $400 y sigue siendo una variable sensible para que el Gobierno pueda llegar a las elecciones sin sobresaltos. Escasez de herramientas y escenarios eventuales de cara al año próximo.

Lunes, 17 de abril de 2023 a las 01 32

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Lunes, 17 de abril de 2023 a las 01:32

El “Dólar Moritán” es un buen disparador para debatir sobre la política cambiaria. Su valor de $400 en noviembre 2020 hoy cotizaría en la friolera de $1.010. Es un error de estimación del 153% por el valor tiempo del dinero. Llama la atención que en un país con una gimnasia inflacionaria tan desarrollada aún predomine la tentación a la ilusión nominal. El Dólar Moritán no es más que una anécdota del desastre macroeconómico en el que estamos inmersos, con una inflación que se devora todos los precios de la economía, inclusive al dólar.

La política cambiaria de estos años estuvo plagada de improvisaciones. El Gobierno de Alberto Fernández heredó un cepo muy restrictivo que no quiso, no pudo, o no supo resolver. Conforme pasaron los años y la situación macro iba empeorando por factores externos y errores internos, el control de cambios solo se tendió a profundizar y terminó convirtiendo al mercado de cambios en un verdadero infierno. Como una madeja compleja, la acumulación de regulación para seguir emparchando el sistema terminó metiendo al equipo económico en un laberinto. Conforme los parches se iban sucediendo, la salida se volvía más trabajosa y la debilidad política del oficialismo bloqueaba toda posibilidad de normalización del mercado. Le sobraron un par de años a una gestión que solo le dio más vueltas al torniquete del cepo para evitar desbordes y escenarios de crisis sistémica. Las alternativas para soluciones de fondo siempre cayeron en saco roto, por las inconsistencias internas y la falta de acuerdos mínimos al interior del Ejecutivo.

A pesar del magro contexto cambiario, los precios no se desbandaron en estos años. El tipo de cambio financiero libre de dolarización de las empresas (MEP) acumula una suba del 3,3% arriba de la inflación. Es un depreciación relativamente acotada, si se la dimensiona en función al deterioro general de la economía. Claro que este recorrido no fue lineal. Se registraron hitos específicos con disparadas de precios, que constituyeron overshootings nominales. Algunos ejemplos fueron el dólar de la primera corrida que sufrió el exMinistro Guzmán (octubre 2020), que a precios actuales valdría $611,5. También la crisis que se desató tras las elecciones primarias, con el BCRA dejando de intervenir la brecha. Ese dólar hoy valdría $504,9. Otro período relevante fue la corrida que derivó en la salida de los Ministros Guzmán y Batakis. Ese dólar a precios contemporáneos sería de $506,8. Nada de esto relativiza las dificultades del momento, pero muestra que cada escalada fue precedida por una moderación posterior en la velocidad de suba. La súper inflación y la elevada tasa de interés provocan un retorno secular del dólar a su “posición natural”, en términos reales.

Uno de los problemas evidentes de este sistema con desdoblamiento cambiario de facto es la propagación de los aumentos en los dólares libres sobre otras variables. La inflación es la más evidente. Cada vez que aceleran las cotizaciones paralelas se transmite rápidamente a los precios internos, dada la cobertura inmediata por el riesgo vinculado al costo de reposición El impacto de los shocks es asimétrico: se absorbe totalmente ante saltos, pero es indiferente a la baja. Del mismo modo, el ruido cambiario influye sobre la actividad interna, porque en momentos de inestabilidad alta desaparecen temporalmente las listas de precios y se retrasan procesos productivos. La falta de orden cambiario también atenta contra la acumulación de reservas, por la proliferación de incentivos espurios al adelanto de importaciones y al retraso de exportaciones. Por último, el desacople de expectativas ante escenarios de tensión con los dólares alternativos puede afectar los precios de los activos domésticos, lo cual realimentaría la desconfianza generalizada.

Gane quien gane las elecciones va a tener que transitar un sendero de normalización del mercado de cambios. Las distorsiones de un esquema mega encepado pasaron un punto de inflexión, y la tasa de crecimiento potencial del PBI se reduce significativamente por las señales incorrectas del mercado de cambios. En estas líneas hemos debatido largamente los desafíos para construir un sendero de sinceramiento del dólar. La unificación automática como se implementó en 2015 luce riesgosa. La situación financiera es objetivamente peor que hace 8 años atrás y la posición de reservas líquidas es más delicada. Entre las alternativas se podría evaluar pasar por una primera posta de simplificación del mercado, con desdoblamiento formal. Implicaría:

  • Reducir la operatoria de dólares a solo dos mercados, con funcionamiento claro y transparente.
  • Un tipo de cambio oficial para regir las operaciones de comercio exterior (exportaciones e importaciones de bienes).
  • Un tipo de cambio financiero para el resto de las transacciones con el exterior (servicios, pagos de deuda privada y atesoramiento privado).

Massa no evaluó conveniente aplicar reformas sobre el mercado de cambios. En el inicio de su gestión apostó a dar señales de consistencia macroeconómica en clave gradualista. Posiblemente consideró demasiada riesgosa la posibilidad de un plan de estabilización y/o no logró recolectar los apoyos políticos suficientes para ir a un programa de fondo. Con el paso de los meses el “Plan Llegar” se fue volviendo más cuesta arriba. La fatídica novedad del semestre de sequía se llevó puesta la acumulación de reservas, y el mercado empezó a oler sangre. Aumentaron las expectativas de devaluación y se adelantó la presión por dolarizar carteras. Con la reciente medida del canje compulsivo de bonos del sector público el Gobierno sumó poder de fuego para hacer frente a movimientos abruptos de cara a los próximos meses. Sin reservas, los bonos en dólares son las únicas municiones con las que cuenta. En cualquier caso, sería penoso liquidar bonos hard dollar con paridades de 30 centavos cada 100 solo para pinchar ficticiamente los precios. Evitar cimbronazos disruptivos que puedan derivar en escenarios de corridas es una cosa; apreciar de manera espuria las cotizaciones muy por debajo de la inflación efectiva es otra cosa muy distinta.

El Ministerio de Economía enfrenta un último semestre complejo, con restricciones múltiples y recursos (cada vez más) escasos. Aguantar este interín hasta las elecciones evitando un colapso con pocas herramientas disponibles no parece un resultado menor. Quedará para la próxima administración la resolución de las incongruencias de un mercado de cambios que no funciona hace mucho y cada vez genera más costos para todo el sistema económico.

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