Este martes se volvió a repetir una imagen lamentable en la Copa Libertadores. Tal como se hizo costumbre en los últimos tiempos, nuevamente una hinchada visitante sufrió una violencia extrema por parte de la policía de Brasil.
En esta oportunidad, las victimas fueron los casi dos mil hinchas de San Lorenzo que viajaron a Belo Horizonte para alentar a su equipo ante Atlético Mineiro.
Mientras el Ciclón perdía 1-0, la tensión fue escalando cada vez más en las tribunas y todo derivo en una brutal represión por parte de la policía local, que disparaba a quemarropa contra los fanáticos argentinos.
La situación estalló en el tramo final del partido, con golpes y gases con los que las fuerzas de seguridad intentaron dispersar de sus lugares a los simpatizantes argentinos disparándoles a pocos metros, en plena platea.
Según relataron varios hinchas argentinos, la aparición de la policía fue sorpresiva porque hasta ese momento no había ocurrido ningún hecho de gravedad que necesitara la presencia de las fuerzas de seguridad.
Las sustancias tóxicas producto de los gases lacrimogenos no tardaron en llegar al campo de juego, donde no hizo diferencia entre jugadores locales y visitantes.
El hecho afectó y conmocionó a todos, y muchos terminaron vomitando sobre el césped en una imagen lamentable. Por supuesto, también lo sufrió el público anfitrión, con sus familias y niños presentes.
El árbitro Felipe González detuvo las acciones a los 35 minutos del segundo tiempo y, con los equipos allí sin resguardarse en el vestuario, recién pudo reanudar el encuentro a los 41.
Los reportes posteriores dieron cuenta de la existencia de al menos tres detenido y un herido de bala de goma entre la parcialidad argentina.
Los disturbios impulsados por la policía derivaron en que en los minutos finales, el Ciclón quedara con su bandeja prácticamente vacía. Sin embargo, el partido continuó y el conjunto azulgrana se despidió de la Copa Libertadores de manera escandalosa.