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¿Vale la pena ir a ver Megalopolis, la última película de Francis Ford Coppola?

El cineasta gastó 120 millones de dólares en esta demostración de riesgo absoluto con todo lo malo y lo bueno que esto puede ser.

Lunes, 06 de enero de 2025 a las 22 54

Por Cristopher Martínez

Lunes, 06 de enero de 2025 a las 22:54

Hace unos días leí sobre Megalopolis, la nueva película del icónico director Francis Ford Coppola, y me encontré con una crítica que me llamó la atención: "excesiva, brillante, larga, pretenciosa, disparatada, genial, sorprendente, desequilibrada, obsesiva, colosal, inquietante, visionaria, embrollada, grande, única". Sin dudas, es todo eso, tanto de manera negativa como positiva al mismo tiempo.

El (¿último?) film de Coppola nos presenta un futuro distópico donde una "Nueva Roma" se encuentra ubicada en Nueva York. Todo es colosal, gigante, maravilloso, pero también empalagoso, excesivo, y los efectos especiales oscilan entre lo pauperrimo y lo brillante (créame que todavía sigo confundido). Sin embargo, el riesgo que toma el cineasta es digno de admirar.

La experiencia cinematográfica se siente como un golpe constante de estímulos, bien y mal logrados. No hay grises: todo el tiempo es recibir información y quedarse pensando: "¿Qué estoy viendo?" y al mismo tiempo "Esto es impactante". En esta película no hay puntos medios: es mala y buena por igual. Aunque disfrutarla en el cine es, sin dudas, la manera correcta de verla y decidir si formamos parte de la nueva metrópolis o sentimos que es demasiado. Por jugársela e ir más allá, yo me sumo a los ciudadanos de "Megalopolis".

⭐ 8.5/10

Un Cine del Futuro: Tiempo y Deuda en Megalopolis

En Megalopolis, Coppola se aventura en una narrativa épica y futurista, protagonizada por Adam Driver como César Catalina. El film, que explora la intersección entre la tecnología, el poder y el tiempo, tiene un trasfondo profundamente filosófico. El propio Coppola relató que la semilla de la película nació de una reflexión sobre cómo el cine manipuló siempre el tiempo. "Desde la primera pintura de una gacela en una pared de una cueva, los artistas detuvieron el tiempo", comentó el director, subrayando la capacidad del arte para desafiar la linealidad temporal.

La película explora la noción de que el tiempo se puede "detener", un concepto que permite a Coppola cuestionar cómo la humanidad percibe y controla el paso de los años. Según el cineasta, "Si sos un artista, controlás el tiempo. Si sos un abogado, te facturan por el tiempo, lo que significa que el tiempo te controla a vos". Este juego con la temporalidad en el cine se presenta no solo como una cuestión técnica, sino como una reflexión profunda sobre el poder que se tiene, o que se pierde, al jugar con el tiempo.

La deuda, en sus múltiples facetas, se presenta como uno de los ejes narrativos de Megalopolis, a través del personaje de Crassus (interpretado por Jon Voight), un banquero en decadencia. Coppola no deja pasar la oportunidad de ofrecer una mirada crítica sobre los mecanismos financieros que rigen la sociedad actual. En una de sus intervenciones, recordó cómo Crassus, una figura histórica conocida por su crueldad (como cuando crucificó a Espartaco), hizo su fortuna controlando las casas en llamas y los bomberos. "Crassus hizo su dinero comprando casas que estaban en llamas, controlaba el departamento de bomberos. Y Crassus es el tipo que crucificó a Espartaco", apuntó el director, destacando la ironía de un personaje que renuncia a la deuda, pero en un contexto de corrupción.

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