Anoche Mauricio Macri concedió una entrevista a La Nación + y se despachó contra el eventual diálogo con la coalición oficialista bajo la infundada excusa de que no se puede juntar con Cristina Kirchner para hablar del lawfare que nunca existió ni puede creerle a un gobierno que acusa a los discursos de sus adversarios y los medios por haber cimentado la irrupción criminal de Sabag Montiel gatillando contra la Vicepresidenta.
Sí, Macri enterró cualquier posibilidad de acuerdo.
¿Lo hizo por astucia de su propia cosecha o por mandato de los grupos económicos y consejo de Jaime Durán Barba?
Ayer, el periodista Santiago Fioriti publicó en Clarín que un dirigente cercano a Patricia Bullrich despachaba el viernes pasado reuniones de 15 minutos con referentes de la oposición, en un café de Avenida Figueroa Alcorta. A uno de sus contertulios le transmitió el pensamiento de la ex ministra de Seguridad y Presidenta del PRO: “Primero les bajamos los dientes y, recién cuando los veamos chorreando sangre, nos sentamos a dialogar”.
De nuevo, no es audacia ni consistencia ideológica lo que los guía. Es el programa político de Clarín, punto neurálgico de la conducción política del poder económico y financiero en el país. Cualquier tipo de conversación que promueva el kirchnerismo, sea para el entendimiento o la confrontación más visceral, no puede ser con Macri. Tiene que ser con Héctor Magnetto sentado a la mesa.
Porque los dirigentes macristas, sus primos de la Coalición Cívica, la UCR o las bestias neofascistas que ungieron con votos a personas que no pasarían un psicotécnico para manejar un UBER, como Javier Milei o José Luis Espert, son solamente las aves de corral de una granjería a la que los medios de comunicación le abre tranquera para que eructen en la tele o Twitter y siembren resentimiento y confusión.
Tanto es así que no está tan claro que las elites económicas estén complacidas con el ajuste brutal de Sergio Massa y la mansedumbre del kirchnerismo cuidadosamente silencioso. Cortoplacistas y voraces, los dueños de todo van a arrancarle todas las concesiones que puedan a un gobierno grogui y, aun así, especularán con una devaluación generalizada o el traslado a precios de los diferentes tipos de cambio para maximizar su rentabilidad y que el estrangulamiento del bolsillo de los trabajadores redunde en un apoyo abierto a la derecha en las urnas.
En el Frente de Todos no hay un solo dirigente con imagen negativa por debajo de los 60 puntos. Es decir, todos cosechan más rechazo social que apoyo. Encuestas hechas por encargo del oficialismo y la oposición lo confirman.
El compromiso del gobierno y hasta las consignas de la propia ex Presidenta acerca de un nuevo contrato social de ciudadanía son correctas pero, quizá, improcedentes frente a una horda de zombies. Bienvenidos a The Walking Dead. Toda reivindicación de la democracia parece condenada de antemano a un repliegue defensivo frente a un triunfo arrollador de la derecha en el plano político y cultural desde 2015 para acá: la victoria electoral de 2019 no sedimentó en la sociedad, que a esta altura nos impulsa a creer que lo único que quería era un macrismo ordenado y revestido estéticamente con liturgia peronista.
La tarea de la militancia deberá conjugar formación de cuadros, organización territorial y una carrera contra el tiempo. Para que el peronismo no termine yugulado por el neoliberalismo otra vez y la sociedad no tenga que elegir en las urnas entre Freddy Krueger o Drácula.
Por Cynthia García y Pablo Di Pierri