La política no es matemática. Al revés del axioma de conmutatividad, acuñado en la antigüedad por Pitágoras, el orden de los factores sí altera el producto. Es decir, no es lo mismo quién conduce o quién es candidate pero tampoco es lo mismo si hay programa y plan de gobierno o si se carece de la más mínima hoja de ruta.
Los últimos días fueron intensos porque la corrida cambiaria eleva la angustia y suspende la densidad de la discusión política. O mejor dicho, la política tiene que enfocarse indudablemente en la resolución de la desestabilización que podría provocar la devaluación que reclama el mercado.
Sin embargo, la vicepresidenta Cristina Kirchner despejó algunas incógnitas y habló en el Teatro Argentino de La Plata asumiendo en pleno la orientación del gobierno mientras el ministro de Economía, Sergio Massa, trata de conseguir que el FMI se allane a rediscutir el acuerdo de facilidades extendidas vigente. Así, quedó claro que el Frente de Todos se sostiene en ella y es ella quien delega la faena financiera en Massa, tras la declinación del anhelo de reelección que voceaba hasta hace un tiempo el presidente Alberto Fernández.
En ese contexto, la militancia sigue latiendo como energía social disponible y aguarda definiciones tácticas y sentido estratégico. La base de sustentación kirchnerista sigue congregándose en plenarios donde reclama la postulación de Cristina como única salida, tal como sucedió en el encuentro celebrado este fin de semana en Tapalqué, jurisdicción de la séptima sección electoral bonaerense. Desde el intendente Mario Secco hasta el ministro Andrés Larroque, numerosos dirigentes discutieron y expusieron sus argumentos frente a centenares de militantes.
Cristina en el Teatro Argentino de La Plata
En ese tipo de mitines se mantiene vivo el fuego por el acto del próximo 25 de mayo, bajo la apelación de que la Vicepresidenta asuma ese día la necesidad de volver a representar al conjunto del peronismo con su nombre inscripto en la boleta. Faltan 24 días contando desde hoy y su entorno baraja ecuaciones y alquimias sin descartar opciones.
No obstante, es ella misma quien antepone a cualquier decisión sobre las listas la prevalencia de un programa político y, al mismo tiempo, argumenta que ese compendio de ideas articuladas para construir poder popular es la última valla de contención social contra el avance de Javier Milei y su pesadilla dolarizadora y fascista.
Lo paradójico es que, según los encuestadores, la intención de voto de Milei se expresa más en el enojo contra el sistema político que en el acuerdo sobre sus propuestas. Consultoras de distintos andariveles ideológicos coinciden en que la mayoría de los potenciales votantes de Milei quieren escuela pública de calidad, salud pública de excelencia y hasta defienden valores de un Estado de derecho que garantice igualdad de oportunidades.
En el fondo, Argentina tiene anticuerpos contra el neoliberalismo desembozado. Pero es un peronismo ordenado el único que puede suministrarlos a una sociedad agotada.