Muchas veces leemos a intelectuales y académicos a través de reflexiones sobre la decadencia o la crisis de la sociedad occidental o del mundo entero, de opiniones y deseos vacuos que desearían otra sociedad, otro mundo o simplemente otro país o sociedad.
Para ello, aparte de las reflexiones, se hacen estadísticas sobre la pobreza e índices sobre la desigualdad y grandes textos sobre la injusticia.
Pero también leemos a quienes nos enseñan la razón crítica y la voluntad o la razón decidida para transformar la realidad.
Sin embargo, a veces nos parece que hablan de los seres humanos como sujetos pensantes exclusivamente racionales, sin emociones, sentimientos y sin voluntad.
Como si existiera un demiurgo que cambiara el mundo y que resolviera nuestros problemas.
Ese demiurgo en el lenguaje cotidiano se llama SE DEBE o HAY QUE.
Viene de “se debería” o “hay que hacer” o “habría que”…
Lo que nosotros llamamos sujeto anónimo
No sabremos quien creó el mundo pero sabemos que a este mundo lo tenemos que cambiar las personas de carne y hueso, con sentimientos, pasiones, pensantes y con voluntad, si ponemos en cuestión el mundo que recibimos en el que nacimos, es hora de poner manos a la obra y dejar la queja y las lamentaciones para transformarlo.
No estamos proponiendo una laborterapia, ni el emprendedorismo, estamos proponiendo una razón decidida, no sólo la razón crítica.
Porque tampoco somos seres “solamente” racionales.
Somos seres emocionales, sentimentales, racionales, pasionales y con voluntad.
Si queremos de verdad es porque sentimos y debemos decidir y poner nuestra Voluntad.
Por eso, coincidimos con Ortega y Gasset cuando sostiene en La Misión de la Universidad1, que las posibilidades no se realizan por sí mismas, en forma automática. Y eso implica que queramos hacer todo aquello que sea necesario para lograrla, incluyendo “dotarnos nosotros mismos de las cualidades imprescindibles para la empresa”2.
Cualquier otra cosa no significa querer.
Existe una perspectiva deseante de los intelectuales y académicos.
Ese soñar, al decir de Ortega y Gasset, que implica la no intervención, la especulación que más se parece a una actitud anhelante donde siempre será Otro, o la Providencia Divina, quien se encargará de hacer realidad o no, nuestros sueños. Por eso sostenía Ortega3: “La virtud del niño es el deseo, y su papel, soñar. Pero la virtud del hombre es querer, y su papel realizar"…
El querer se diferencia del deseo en que es siempre un querer hacer, querer lograr”.
Una de las canciones folclóricas de nuestra América Latina recita “Ojalá que llueva café en el campo”.
Pues bien, sabemos que el café no llueve, que hay que sembrarlo, cultivarlo y cosecharlo, así como esperar el tiempo preciso y oportuno para realizar la cosecha.
De eso se trata la cultura.
De cultivar.
Y ello implica la voluntad de cumplimentar todos los pasos necesarios para llegar a realizar lo que queremos y buscamos, ya que no existen realizaciones mágicas.
Cualquier creación o construcción necesita de un trabajo con secuencias, pasos, tiempos, riesgos, aciertos y errores, retrocesos y avances, así como la aceptación de la crítica del Otro, que no existen en la mera contemplación o el mero deseo.
Es el desafío del hacer y tiene como prerrequisito la voluntad de querer realizar lo que se desea.
Es el compromiso con la transformación de una realidad que nos duele y no con la cómoda crítica de la misma, de los errores de antaño o de los protagonistas del hoy.
Ortega y Gasset profundizando aún más, nos explica que muchas veces usamos como sinónimos el desear y el querer, pero se diferencian en que el querer es siempre querer la realidad, en cambio desear, significa lo que generalmente denominamos “mero deseo”, que implica el darse cuenta de que lo que deseamos es “relativa o absolutamente imposible”.
En el niño esta diferencia entre lo que es posible o imposible es posterior a su volición o deseo, por eso sostiene Ortega que desde que nacemos hasta que morimos existe una lucha permanente entre nuestras voliciones y nuestros deseos, confundiendo muchas veces nuestro mero desear con un querer o nuestro querer con un mero desear.
El deseo entonces es un querer fracasado pero que nutre la volición y la incita permanentemente a continuar ensayando diversas posibilidades.
Coincide con Hegel en que todo lo importante que se ha hecho en la historia “se ha hecho con pasión (…) fría”.
Para Ortega y Gasset, la simple pasión, frenesí o calentura, no sirve para nada, es estéril.
La pasión creadora, por el contrario, implica reflexión y voluntad.
Para el autor, esta pasión creadora es un querer resuelto, clarividente y total.
Es lo que en otro momento hemos también definido como “razón decidida”.
Implica la voluntad de realizar.
Sin ella, coincidimos con Ortega, en que cualquier reforma universitaria o cualquier construcción o creación son imposibles o inocuas, ya que toda reforma implica creación de usos nuevos y, en el caso de la reforma universitaria, ésta debe necesariamente anclar en la acertada y auténtica decisión sobre su misión y compromiso.
Ésta no puede ser otra que servir al pueblo y a la Nación que sustenta la educación pública.
Hace mucho tiempo que en otras latitudes se ha definido la necesidad de transformar las universidades, cuyo objetivo primordial en el siglo XXI debe ser conducir la investigación hacia los problemas acuciantes de la sociedad, promover la aplicación del conocimiento a los problemas sociales y preparar a los estudiantes a fin de que sirvan a su sociedad.
Es asumir la misión colectiva de la universidad pública para el presente y el futuro del país.
Es, no sólo desear, sino querer una sociedad más justa.
Y para ello, hace falta comprometerse, porque como sostiene Dewey “No hay que huir de las condiciones y hechos reales y tampoco hay que aceptarlos pasivamente, es preciso utilizarlos y dirigirlos.
O bien son obstáculos para nuestras finalidades, o de lo contrario son medios para su realización”.4
José Rodó en su libro sobre el liberalismo y el jacobinismo5, diferencia como lo haría después Ortega y Gasset, entre formular ideas y propagar sentimientos, exponer una verdad y entrañarla en la conciencia de los hombres para que tome forma real y activa.
Las revoluciones morales no se realizan sólo con revelar y propagar ideas, tienen como condición esencialísima “suscitar un entusiasmo, una fe, que cundiendo en el contagio psíquico de la simpatía y, manteniéndose triunfalmente en el tiempo, concluya con fijarse y consolidarse en hábitos y renueve así la fisonomía moral de las generaciones”6.
La idea, para que se haga carne en la acción, debe trascender al sentimiento que es el resorte de la voluntad.
Sin el sentimiento, para Rodó, la idea quedará aislada e inactiva en la mente.
Concluye que los grandes reformadores morales “son creadores de sentimientos y no divulgadores de ideas”7.
Para ello, es necesario que el reformador transforme primero en sí mismo la idea en sentimiento, “que se apasione y exalte por su idea, con la pasión que arrostra las persecuciones y el martirio; y además que demuestre la constancia de ese amor por medio de sus actos, haciendo de su vida la imagen animada, el arquetipo viviente, de su palabra y su doctrina”…
“El verdadero inventor de una idea con relación al mundo moral, es el que la transforma en sentimiento, la realiza en conducta y la propaga en ejemplo”8.
Ahora bien, creemos que se han realizado muchas más “historias de las ideas”, “historia de los intelectuales” de cada país, latinoamericanas o universales, que historias de las creencias, que podrían derivar en pasiones, o al decir de Bourricaud de las pasiones generales y dominantes en cada época y lugar.
LA RAZÓN DECIDIDA PARA TRANSFORMAR LA REALIDAD
En la economía o la sociedad hiper-simbólica y virtual, el desafío docente es aún más grande para lograr lo que Rousseau sostenía en el “Emilio” que implica transformar toda la información en conocimiento, es preparar a los jóvenes para la vida.
El cuerpo docente se debe dirigir hacia “los puestos más avanzados del peligro que constituye la incertidumbre”, sostenía Heidegger.
Y en estos tiempos pandémicos significa la incertidumbre cognitiva y la incertidumbre histórica.
Debemos aprender y enseñar a dialogar con la incertidumbre, con esperanza y con decisión para luchar contra el escepticismo y la anomia.
Gadamer9 considera que debemos distinguir entre desear y elegir.
El deseo tiene siempre necesidad de estar en relación a una acción posible.
Cree asentir con Ortega y Gasset cuando dice que la técnica entrará en ruinas por carencia de fantasía y de intensidad en el deseo.
Desear, para él no es querer, no es praxis.
La praxis implica una elección, una decisión en pro o en contra de algo sobre lo cual se ejerce una reflexión práctica.
La conclusión del silogismo de la reflexión práctica es la decisión.
Concluye entonces, que la praxis es estar y actuar en la solidaridad.
Por lo cual la solidaridad es la condición determinante y el fundamento de toda razón social.
Durante mucho tiempo se ha intentado escindir la razón de la decisión.
Sin embargo, la razón no deja fuera de sí el momento de la decisión.
En la actualidad la razón y la teoría se aísla aún más de la realización de valores, de nuestra intención, de nuestro querer.
Cuánto más descansa el desarrollo de las fuerzas productivas y la organización social en la razón científico técnica, ésta más se autonomiza de su intrínseca misión humanizadora, de sus “para qué”, de sus “por qué” y se dedica fundamentalmente a su carácter instrumental para el dominio y manipulación, ya no de la naturaleza sino de la realidad social.
Al decir de Habermas10, “la teoría socialmente eficaz ya no se dirige a la conciencia de hombres que conviven y hablan entre sí, sino a la conducta de hombres volcados hacia la manipulación.
La dificultad específica entre teoría y praxis no surge ciertamente de esta nueva función de la ciencia, convertida en poder técnico, sino del hecho de que ya no podemos distinguir entre poder técnico y poder práctico.
La ilustración positivista ha reducido la razón a una potencia cognitiva que ha perdido, junto a su aguijón crítico su carácter de razón decidida, separándose de la decisión, como de un aspecto extraño a sí misma”.
Continúa diciendo que “la espontaneidad de la esperanza, los actos de toma de posición y sobre todo la experiencia de la relevancia o indiferencia, la sensibilidad hacia el sufrimiento y la opresión, la pasión por la autonomía, la voluntad de emancipación y la felicidad de la identidad hallada, son ahora desligados para siempre del interés vinculante de la razón”.11
Esta razón técnica desinfectada, despojada de pasión, de la voluntad y decisión, deja a ésta y a toda cuestión práctica o valorativa en manos de la arbitrariedad subjetiva posterior.
La razón no se ocupará de las cuestiones prácticas y morales y éstas quedarán a merced de la arbitrariedad, de la irracionalidad o el azar, ya que no entrarán en el campo racional y moral.
El corolario de semejante despojo de la racionalidad es que la racionalidad tecnológica se constituye a sí misma como sistema de valores y supuestamente los hombres dirigirán sus destinos y su historia de acuerdo al grado de control cibernético de la utilización de técnicas sociales.
Sin embargo, siempre se caracterizó la razón crítica, y ésta se identificaba con la vocación de autonomía y con la sensibilidad hacia los males del mundo.
En el combate contra el dogmatismo, ella tenía entre sus propósitos el interés por la justicia, el bienestar y la paz.
La razón crítica no es especulación, debe alcanzar su realidad mediante la praxis.
Después de los filósofos de la antigüedad como Aristóteles o medievales como San Agustín que analizaban la voluntad, muchos intelectuales y filósofos contemporáneos nos hablan de la voluntad y de la duda y la elección o la duda, la decisión y la acción.
Así podemos citar a Norberto Bobbio en su libro de La duda y la elección12, pero antes de Bobbio, Nietzsche escribió La voluntad de poder13, Heidegger en su libro Nietzsche14, o más adelante una discípula del mismo, Hannah Arendt en su libro La vida del espíritu15, analizando la voluntad, o Agnes Heller en su libro Teoría de los sentimientos16, o Paul Ricoeur en su filosofía de la voluntad en El proyecto y la motivación y otros textos.
Paul Ricoeur escribía en 1950 en Paris su libro traducido en castellano como El proyecto y la motivación17.
En dicho libro sostenía que el estudio de las relaciones entre lo voluntario y lo involuntario sería la primera parte de una obra más vasta que tendría el título de Filosofía de la voluntad y que buscaba describir y comprender que sólo cuando se retire la abstracción para elaborarla, tendría sentido.
Ricoeur no llegó a realizar su Filosofía de la Voluntad pero podemos comprender su filosofía que demuestra una y otra vez en sus textos.
Antes de Ricouer, nosotros estudiamos lo que dijo Benedetto Croce sobre la voluntad.
La filosofía no se propuso no como un sistema “abstracto, cerrado y abstruso” al decir de Croce, sino como instrumento de transformación de la sociedad y definición de su morfología.
Su utopía no se refería a un mundo abstracto sin topos o territorio, sino a un mundo posible, con la pasión de lo posible, al decir de Ricoeur, con la filosofía de la voluntad.
Por eso, creemos como Croce, que en la historia, la moralidad para realizarse prácticamente, “se hace pasión, voluntad y utilidad y piensa como el filósofo, plasma como el artista, trabaja con el agricultor, ejerce la política, etc.”.18
Es interesante ver que el libro de Croce llamado La historia como Pensamiento y como acción (La storia come pensiero e come azione) fue traducido al castellano como La historia como hazaña de la libertad, ya que los verdaderos filósofos de Nuestra América no pensaron la libertad en sí y para sí, como un abstracto metafísico spinoziano, sino que debían acompañar con el pensamiento las aspiraciones de un pueblo para alcanzar su libertad y su independencia, en una hazaña a construir, en un preámbulo de una acción concreta.
Para entender la histórica mala interpretación de la filosofía latinoamericana de la acción, así como de sus modelos sociales, no podemos soslayar ni el dominio económico, ni el dominio de las categorías de las ciencias sociales europeas, pretendidamente universales.
Para comprender la filosofía de la acción, o la semántica correspondiente a una realidad histórica concreta y no abstracta, es necesario acudir a la hermenéutica, ya que hemos visto que el “racionalismo” no es una metodología pertinente para comprender la historia.
Es necesario adentrarse en la cultura y en el tiempo en que se desarrolla la acción, para poder interpretar su lenguaje o su textura semántica a veces explícita y otra no, pero siempre imbricada en situaciones concretas, motivaciones y pasiones, relaciones sociales y posibilidades también concretas para desplegar la voluntad.
En síntesis, para comprender el sentido, la pasión por lo posible y la voluntad de una acción histórica, no alcanza la traducción lingüística abstracta y universal, que pretende incorporarla a algún tipo ideal construido, sino la comprensión de la cultura del pueblo en su lucha por realizar sus deseos, sus sueños y ambiciones donde siempre busca resolver la aporía entre la libertad y la necesidad, o al decir de Ricoeur, lo voluntario y lo involuntario.
Deberíamos entonces comprender la filosofía de la acción latinoamericana subyacente en las políticas adoptadas a lo largo de su historia, que intentaron emanciparse de las filosofías especulativas de la historia europea, así como abocarse a la búsqueda de su propio modelo de sociedad de acuerdo a sus ambiciones y deseos.
La filosofía latinoamericana propone así la búsqueda de la armonía entre el pensamiento y su propia realidad, para emanciparse de los criterios universales ético- políticos reconociendo la “persistencia en su contenido de determinados núcleos dinámicos, como son la estructura acción/pasión, la conexión agente/acción y la pasión por lo posible” como los rasgos fundamentales que señala Alfredo Martínez Sánchez al analizar la filosofía de la acción de Paul Ricoeur19.
El campo de la acción asociado, como la motivación, la decisión, la búsqueda de la justicia social, está enmarcado en el problema libertad/necesidad, así como en el poder hacer.
Así como se analiza la hermenéutica textual, debemos pasar a la hermenéutica social para analizar la filosofía de la voluntad en el marco práctico del poder o poder-hacer.
En ese sentido, en la concepción de la realidad como mundo de la acción, la acción cobra una significación ontológica, como nos dice Ricoeur.
LA VOLUNTAD FRENTE AL PASADO, AL YA FUE
La voluntad es incapaz de “querer hacia atrás” nos dijo Nietzsche, o sea que la voluntad no puede modificar el pasado porque es la fuente de la acción aunque todos tenemos heridas, pérdidas o reclamos hacia nuestro pasado de donde surge también la melancolía.
Pero según Hannah Arendt “la voluntad siempre quiere hacer algo y por ello desprecia el pensamiento puro, cuya entera actividad depende de no hacer nada"20.
Para la autora, entre los filósofos y teólogos, sólo Duns Escoto Y Nietzsche entendieron a la Voluntad como un tipo de poder y el yo volente se deleita consigo mismo ya que el “yo-quiero anticipa un yo- puedo; el yo-quiero-y-puedo es el deleite de la voluntad”21.
LA VOLUNTAD FRENTE AL NO TODAVÍA
Para la filósofa Arendt, el yo volente mira hacia adelante, nunca para atrás.
Si bien la Voluntad es poder y querer se caracteriza por la tensión porque su cumplimiento no es seguro pues hay otros factores externos que pueden intervenir para que no lo logre.
Cita a Hegel en sus Lecciones sobre la filosofía de la historia, donde identifica el reino espiritual con el reino de la voluntad.
Pero para ella que considera que la filosofía debe apaciguar el conflicto entre el yo pensante y el yo volente, Hegel fracasó en la reconciliación entre las dos actividades espirituales, entre el pensamiento y la voluntad.
En sus conclusiones, la filósofa sostiene que la insistencia de la voluntad en el futuro “obliga al hombre al olvido del pasado y priva al pensamiento de su principal actividad, el recuerdo”.
Para Nietzsche, la voluntad de poder es la única salida a la falta de sentido de la vida y el mundo.
Heidegger nos enseña en su libro Nietzche22, que “en el querer nos acogemos a nosotros mismos como lo que propiamente somos".
De ahí que “querer, de acuerdo con su esencia propia, es: querer a sí mismo”23.
Analizando la destructividad de la Voluntad, sostiene Heidegger que la destructividad se manifiesta en la obsesión con el futuro que fuerza a los hombres al olvido.
Concluye que “para querer el futuro, en el sentido de ser el dueño del futuro los hombres han de olvidar y, en el último extremo, destruir el pasado”.
Si bien el “fue” resiste la volición de la Voluntad y es rebelde y contrario a la voluntad…el rechazo de la Voluntad contra todo “fue” toma la forma de la voluntad de hacer que todo pase… para pasar de su origen y luego un subsistir…
El filósofo del Ser y el tiempo, el que nos habló de la autenticidad sostiene que “querer significa siempre llevar a uno mismo a la mismidad de sí mismo (…) al realizar una volición, nos encontramos nosotros mismos como quienes somos auténticamente"24.
También coincidimos con Arendt cuando sostiene que la libertad política es posible sólo en la pluralidad o sea un nosotros y la acción, “en la cual un Nosotros está siempre ocupado en cambiar nuestro mundo común, está en agudo contraste con los solitarios asuntos del pensamiento que siempre opera en un diálogo entre yo y yo mismo”25.
Quienes investigamos la melancolía, sabemos que también dialoga consigo misma y que puede no querer hacer.
Desde Aristóteles sabemos desde que nos dijo en el Problema XXX, "Todos los hombres que fueron excepcionales en filosofía, política, poesía o artes eran manifiestamente melancólicos".
Pero salir de la desilusión, remediar la melancolía y no quejarse, no se logra solamente con la inteligencia ni sabiendo lo que debemos hacer para sentirnos bien.
No nos olvidamos como decía el propio Nietzsche, de esa verdad terrible, que jamás se ha podido explicar: cómo pasar de la inteligencia al acto, puesto que lo que podemos saber del acto, no basta jamás para efectuarlo.
¿Cómo entonces ir más lejos y reconstruir moralmente la sociedad toda, como sugería Durkheim para disminuir esta corriente de tristeza colectiva?
Cuando venían los ingleses a saquear nuestros recursos, traían toneladas de lastre para que no desesquilibrara el barco.
Nuestra voluntad que es la que da órdenes, debe tratar el YA FUE como el lastre que nos dejaban para llevarse toneladas de cereales o carne.
Ya sabemos que nuestra voluntad es incapaz de modificar el pasado, aunque sean toneladas de pesares.
Pero la voluntad puede evitar que el YA FUE nos saquee los valores e ideales del NO TODAVÍA.
El mismo que en 1957 escribió La política Británica en el Río de la Plata, Raúl Scalabrini Ortiz, nos dijo que “Hay un país que nos está esperando, hay una esperanza que está requiriendo una acción.
Hay una acción que está vacante y desde la que se hace historia”.
Quizás encontramos el remedio para melancólicos y por eso concluimos que el futuro se construye entre todos y todas.
Para eso tenemos un NOSOTROS con la voluntad de poder-querer para transformar la realidad, y realizar el NO TODAVÍA que algunos llaman utopía o pasión por lo posible.
Quizás como dice la socióloga y psicoanalista Francoise Davone26, nos hace falta ese escudo de Don Quijote para combatir la melancolía y hacer historia como nos enseñó Scalabrini Ortiz.
NOTAS:
1 Ortega y Gasset: Misión de la Universidad, Alianza, 2002.
2 Ibidem.
3 Ortega y Gasset: Misión de la Universidad, Alianza, 2002.
4 Dewey, John: El arte como experiencia, Paidós, Barcelona 2008.
5 Rodó, José E: Ariel; Liberalismo y jacobinismo, Biblioteca Artigas, Montevideo, 1964.
6 Ibidem.
7 Ibidem.
8 Ibidem.
9 Gadamer, Hans: La ragione nell´etá della scienza, Il Melangolo, Génova, 1984.
10 Habermas, Jürgen: Teoría y praxis, Tecnos, Madrid, 1997.
11 Ibidem, pág. 296.
12 Bobbio, Norberto: La duda y la elección, Paidós, Barcelona, 1998.
13 Nietzsche, Federico: La voluntad de poder, EDAF, España, 2003.
14 Heidegger, Martín: Nietzsche, Ariel, Barcelona, 2016.
15 Arendt, Hannah: La vida del espíritu, Paidós, Barcelona,2002.
16 Heller, Agnes: Teoría de los sentimientos, Coyoacán, México, 2004.
17 Ricoeur, Paul: El proyecto y la motivación, Docencia, Bs.As, 1986.
18 Ibidem.
19 isegoria.revistas.csic.es/index.php/isegoria/article/viewFile/530/530
20 Arendt, Hannah: op. cit.
21 Ibidem.
22 Heidegger: Nietzsche, op cit.
23 Ibidem.
24 ibidem.
25 ibidem.
26 Davoine, Francoise: Don Quijote para combatir la melancolía, FCE, México, 2012.