*Por Cynthia García y Pablo Di Pierri
Sin más estrategia que la de ganar tiempo, y tiempo es mucho de lo que se necesita en política cuando no se tiene demasiado, el Frente de Todos solo apuesta a la variable de estirarlo, sea para tomar decisiones de política económica o sea para acumular algo de fuerza para una acción que incluso tal vez más tarde no concrete.
Errático en lo político y prófugo hacia adelante en lo económico, el oficialismo parece rehuir de sí mismo
Ayer sucedieron tres cosas que describen esta situación, alguna con mayor entereza que otra y una con la endeblez de quien camina con el rabo entre las patas. En primer lugar, el presidente Alberto Fernández mandó a sus funcionarios de confianza a desmentir las declaraciones que Roberto Navarro le atribuyó en una nota que publicó en El Destape. Desde Casa Rosada aseguraron que el Jefe de Estado mantuvo una conversación con el periodista pero el periodista "hizo una interpretación de los comentarios" y "lo que escribió es un exceso".
Si la sangre que derramó con la herida que causó no llega al río no es por la escasa gravedad del análisis al que se prestó el primer mandatario frente al director de un medio sino por el hastío social e, inclusive, el hartazgo militante frente a este tipo de discusiones.
En segundo lugar, el ministro de Economía, Sergio Massa, logró un acuerdo con bancos y aseguradoras para despejar vencimientos del mercado de deuda en pesos. Así, pateó la presión financiera para 2024 y 2025 y desactivó las declaraciones explosivas de una oposición que jugó las últimas semanas a advertir sobre la bomba a punto de explotar.
Ahora, claro, Juntos por el Cambio se quejará porque el cuello de botella sería asfixiante para el próximo gobierno y sus principales gurúes financieros, convencidos de que volverán a gobernar el país, ya se excusan por el problema que tendrían que asumir. Sin embargo, el tigrense celebra con la fugacidad cortoplacista de quien sabe que, si no ancla la inflación, no habrá nada que festejar.
Finalmente, la frutilla del postre fue Horacio Rosatti, presidente de la Corte Suprema, titular por atropello del Consejo de la Magistratura y mandamás por asalto en intervenciones sobre leyes del Congreso y facultades del Ejecutivo. En una entrevista con Joaquín Morales Solá por la señal de cable Todo Noticias, minimizó el discurso del Presidente en la apertura de sesiones ordinarias en los pasajes que le dedicó al máximo tribunal.
Con cara de póker y epidermis de teflón, argumentó: “Siempre que hay una resolución judicial alguien queda disconforme. Esta tensión, con distintas modalidades y las formas, se da en las mayorías de las democracias en el mundo. El político suele reclamar, dice que quiere cambiar algo pero que el juez se lo impide, el juez suele decir que no se puede hacer la cosa de cualquier manera, esto es una tensión casi permanente, que hace a la dinámica de la división de poderes”.
Todo indica que casi todos los actores con responsabilidad institucional han decidido fingir demencia en Argentina, mientras la democracia languidece por los desaguisados judiciales y la transferencia brutal de riqueza orquestada por los dueños del país. Habrá que ver cuánto más se banca la sociedad y qué respuesta da en las urnas. Habrá que ver si el peronismo llega a ofrecerle una salida o sigue corcoveando en un laberinto que cada vez lo aísla más.