La figura de la Bestia, en el Apocalipsis de Juan (el último libro de la Biblia tal como la conocemos hoy), es una figura que impone un sistema imperial, de exclusión y crueldad, a través de su famosa marca (el 666); en la visión de Juan, quienes se resisten a llevar la marca, quedan afuera del sistema hasta morirse de hambre o perder toda dignidad, y quienes se dejan marcar, son obligados a “adorar” al Anticristo. Eso es un acotadísimo resumen de lo que pueden encontrarse en el libro del Apocalipsis sobre la Bestia, y tal vez ya encuentren aquí alguna pista.
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Ahora bien, la lectura del Apocalipsis ha suscitado infinidad de interpretaciones. No es en lo que nos vamos a meter en este espacio, sino en identificar algunos puntos de coincidencia entre la figura de la Bestia y la figura del candidato a presidente de La Libertad Avanza.
Por un lado, siguiendo al teólogo costarricense Juan Stam en uno de sus comentarios al Apocalipsis, ya notamos la coincidencia general del accionar de la Bestia en la narrativa bíblica con la actualidad geopolítica global dominada imperialmente por EEUU: “Es realmente impresionante cómo Washington, al igual que la gran Bestia del Apocalipsis, impone sus embargos como una marca para que nadie pueda comprar ni vender excepto los que gozan del visto bueno del Imperio” y en nombre de la “libertad de mercado” pretende llevar a cabo un proyecto político que pone al dios-dólar en un lugar central, priorizando la “libertad” en términos mercantiles, y dejando en segundo, tercer o cuarto lugar (o quizá en el último) al ser humano. Ahí tenemos un primer punto en común entre la Bestia, la pretensión de dominio global, económico y cultural de Estados Unidos, y el proyecto de Javier Milei.
Pero además, y en ese mismo sentido, sorprende el apego del espacio libertario a los valores del imperio (yanqui), igual que lo que sucede con la Bestia apocalíptica. Solo por nombrar algunos ejemplos: vemos ese apego idolátrico en la utilización del águila como símbolo identitario (que merece un capítulo aparte: ave utilizada en la simbología yanqui y en la simbología nazi) o en esta especie de fijación con la moneda estadounidense (como decíamos recién: su dios-dólar). El mismo Stam, sugiere que el dólar puede ser la famosa marca de la bestia (el 666) sin la cual nadie puede comprar ni vender, y que termina funcionando entonces como una herramienta de exclusión (aunque sea “vendida” al electorado como una herramienta de “libertad”).
Por otro lado, en la narrativa bíblica, la Bestia tiene un doble propósito: excluir del sistema económico y avasallar la dignidad humana. Como dice Stam: “irrespetando la vida de millones de víctimas, manipulando su hambre, su salud y su condición humana”. Aquí hay otro punto de coincidencia, que no es necesario deducirlo de los discursos o realizar cálculos respecto a las consecuencias que tendría la aplicación de las ideas de Javier Milei, alcanza con remitirse a la corrida bancaria que se sucedió en los últimos días luego de las expresiones del libertario referidas al valor del peso argentino y sus recomendaciones de retirar los ahorros de los bancos, y las consecuencias que tuvo esto en la economía doméstica de miles de argentinos, profundizando la pobreza como una estrategia para crecer electoralmente.
En este sentido, podemos agregar que la opresión del sistema imperial de la Bestia, comienza como una opresión económica, que deriva inmediatamente en una injusticia social generalizada. Como Milei, que ya expresó con toda claridad que la justicia social le parece una aberración (es decir que la injusticia social le parece un acierto?).
Cualesquiera que sean los medios y los métodos, el resultado de la operación de los valores de la Bestia serán los mismos, como la praxis de las ideas libertarias: el total ostracismo social y económico de los excluidos del sistema, y el fortalecimiento de los pocos que ya cuentan con enormes privilegios.