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Una economía en tres dígitos: el régimen de súper inflación no cede

El IPC de abril dejó traslucir la agudización de un régimen de súper inflación sin anclas nominales y con altos riesgos políticos. Massa todavía le da pelea. Su gestión hoy parece condición necesaria, pero no suficiente. 

Domingo, 14 de mayo de 2023 a las 20 57

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 14 de mayo de 2023 a las 20:57

El régimen de súper inflación no da respiro y parece haber alcanzado un nuevo piso que en los próximos meses costará romper. Las características del proceso de formación de precios hoy dependen muy poco de factores objetivos vinculados a la evolución de los costos, y tiene mucho más que ver con la dinámica de las expectativas. La desconfianza general por la debilidad financiera conlleva traslados preventivos para cubrirse y no sufrir descalces. En un contexto de caída de la demanda de dinero para operaciones no transaccionales, el repudio a los pesos termina convalidando cualquier aumento de precios para refugiarse en bienes.

No llegamos a este punto por errores puntuales, sino por la acumulación de desajustes en el funcionamiento de la economía y la procrastinación de soluciones de fondo a lo largo de muchos años. La tentación de poner parches es muy potente para administraciones que siempre ven muy cercano el ciclo electoral. Los réditos por resolver los problemas estructurales son muy bajos en comparación con los eventuales costos a corto plazo. Este alineamiento perverso de los incentivos explica por qué terminaron fracasando gobiernos de diferente color político que apostaron a programas de consistencia macro gradual. La “gimnasia inflacionaria” de los agentes económicos en Argentina determina una estructura de contratos altamente indexada, generando rigideces a la baja e imposibilidad de licuación de pasivos. Revertir la tendencia alcista no parece una opción factible en el marco del “Plan Llegar”. En este punto tampoco es certero que las medidas paliativas alcancen para contener y eviten una espiralización nominal.

El 8,4% de abril sorprendió a propios y extraños. Las consultoras privadas veníamos con un registro de entre el 7,5% y el 8%, pero en este estadio la diferencia es marginal y se explica puramente por minucias técnicas. En particular, el mes pasado tuvo mayor incidencia el segmento de estacionales, con una suba del 12,6%. Se trata de productos con precios muy volátiles y particularmente afectados por la menor oferta fruto de malas cosechas. En contraste, los ítems regulados del IPC solo aumentaron 4,9% promedio en abril; casi la mitad del promedio general. Hasta el momento los servicios administrados por el Estado o con precio supervisado están ayudando a amortiguar, pero eso acumula distorsiones sobre el sistema de precios y las cuentas públicas. Tal es así que la corrección tarifaria en luz y gas será significativa a partir de este mes, con el propósito de reducir el ticket de subsidios y bajar el gasto primario. A pesar del esquema de segmentación por ingresos, las actualizaciones le pondrán un piso alto al IPC en los próximos meses.

El aspecto cambiario no puede soslayarse. La relevancia del dólar libre en la formación de precios es cada vez más alta, producto de la escasez de reservas y la incertidumbre sobre el costo de reposición de los productos. El salto en las cotizaciones paralelas a fines de abril intranquilizó al mercado y se propagó automáticamente al precio de los bienes y servicios finales. El Blue aumentó poco más del 20% con este salto discreto y acumula una suba del 37% en el año, esto es, uno o dos puntos por arriba de la inflación. Algo menos treparon los dólares financieros (+32% promedio) dada la intervención activa del Gobierno en las últimas semanas. El Banco Central y el FGS tienen los bonos suficientes como para contener presiones alcistas por mayor demanda dolarizadora. Claro que las cotizaciones alternativas tampoco pueden mantenerse estáticas con una inflación mensual en la zona del 8%. Administrar ese movimiento para que se mueva más suave es el gran desafío del Gobierno para los meses que restan hasta las elecciones.

Un daño colateral de un régimen inflacionario con estos parámetros es su impacto distributivo. La regresividad de este proceso se expresa en productos de consumo masivo creciendo ostensiblemente más que el resto. Tal es así que la canasta básica ya se posicionaba casi 9 puntos por encima del nivel general de precios en marzo. Paradójicamente la caída media del poder adquisitivo de los ingresos es menor que en otros períodos, cuando la aceleración de precios se daba en simultáneo a episodios devaluatorios. En números, sobre los ocho meses de gestión del Ministro Massa en cuatro los salarios perdieron contra la inflación y en cuatro la superaron. El primer trimestre 2023 promedió una suba de salarios reales del 0,4% promedio traccionados por las actualizaciones de varios convenios colectivos significativos. En contraste, los salarios caen 0,9% contra la inflación en los últimos doce meses y pierden 2,6% real desde el inicio de gestión de Alberto Fernández. Es una baja leve a pesar del pésimo desempeño inflacionario, aunque muy heterogénea en su interior y con sectores informales especialmente afectados.

Para salir de este desaguisado el gradualismo dejó de ser una opción. La salida del laberinto es un Plan de Estabilización que combine medidas macroeconómicas, cambios en el funcionamiento de mercados críticos y acuerdos por sectores. En breves términos debería incluir:

  • Un sendero de normalización del mercado de cambios para reducir paulatinamente las ineficiencias del cepo por su nocivo sesgo anti exportador. Podría empezar por un desdoblamiento formal.
  • Un ordenamiento de precios relativos, que han sido distorsionados después de años de inestabilidad nominal. Entre otros quedaron muy atrasadas la mayoría de las tarifas de servicios y también los salarios.
  • Acuerdos de precios y salarios con sumas fijas iniciales y transferencias a informales. Posterior suspensión de paritarias por un período mínimo de tres meses.
  • En instancias posteriores se debería evaluar migrar de signo monetario para readecuar el tipo de cambio de unificación, además de simplificar la nominalidad de la economía.

La respuesta oficial ante el IPC de abril fue una batería de medidas de política económica, donde se destaca una suba fuerte de la tasa de interés de referencia y la posibilidad de importar productos básicos con arancel cero para intentar disciplinar los precios de los alimentos básicos. Además, el Ministro de Economía busca comprar tiempo a través de la aceleración de los desembolsos restantes del FMI, así como diseñar martingalas para financiar importaciones con los socios comerciales. Massa es el último dique de contención político. Ningún otro elemento del oficialismo podría anclar mínimamente las expectativas para que no se desplome la demanda de dinero. Pasan las semanas y las variables no se estabilizan: Massa es condición necesaria, pero no suficiente.