La tétrica historia ocurrió en el pueblo Idaho Falls de los Estados Unidos cuando Andia Dodge, de apenas 18 años, fue víctima de violación y de un violento homicidio que causó el estupor en toda la población que vive allí.
Tras el femicidio, un hombre fue arrestado y sentenciado a cadena perpetua, pero la decisión de la Justicia dejó intranquila a Carol Dodge, la madre de la jóven asesinada, quién pensaba que la persona condenada no había sido el autor del crímen.
Luego de 23 años, la madre en conjunto con la Policía de los Estados Unidos y en un árduo trabajo de investigación, finalmente pudieron dar con el femicida de su hija y ahora sí, la justicia sentenció una condena ejemplar.
Todo comenzó el jueves 13 de junio de 1996 cuando Carol llamó al negocio de belleza y cosmética donde trabajaba Angie, y recibió la peor noticia de su vida. Un compañero de trabajo le pidió que esperara en la línea y la transfirió con la gerente de recursos humanos quien fue la encargada de decirle que su hija había sido encontrada muerta esa mañana.
Los estudios de los expertos determinaron que Angie había sido violada y asesinada a puñaladas. Un gran tajo le atravesaba la garganta y tenía 14 heridas punzantes distribuidas por todo el cuerpo. Su asesino había eyaculado sobre ella. La puerta no había sido forzada, pero ella había dado batalla para defenderse de su agresor. Según los cálculos de la policía, el ataque se había originado entre las 00.45 y 11.15 del jueves 13.
Los peritos recogieron las sábanas y la ropa para mandarla a analizar. Había mucho ADN del asesino. Ese material resultaría crucial para atrapar al culpable años después, cuando los avances tecnológicos fueran un hecho clave.
La presión social por encontrar al asesino de Angie era tal que cualquier mínima coincidencia vinculado al caso convertía a la persona en un posible sospechoso. Tal fue el caso de, Christopher Tapp que era un joven de 19 años que había abandonado los estudios y estaba sin trabajo, que el día que mataron a Angie había ido, con un grupo de amigos, a pasar el día al río.
Christopher Tapp , el hombre que fue condenado erróneamente por el femicidio
Meses después, precisamente en enero de 1997, el mejor amigo de Christopher Tapp, Benjamin Hobbs, fue arrestado acusado de violar a una mujer amenazándola con un cuchillo. Este hecho hizo que se prendieran las alarmas. Todos recordaron el caso de Angie Dodge ocurrido solo siete meses antes.
Pero la policía empezó a manipular la situación y buscaron que el propio Hobbs entregara a su amigo, mientras que las pruebas de ADN comprobaron que no coincidían con las muestras que habían sido tomadas en la habitación de la víctima.
Unos meses más tarde, Tapp negó en ocho ocasiones frente al detector de mentiras haber cometido el asesinato, pero la policía insistió en que si confesaba el crimen, su condena sería muchos menos severa.
La desastrosa estrategia profesional de los agentes, sumado al terror del joven Tapp y a su mala defensa fueron determinantes para configurar una condena insólita. A pesar de que no haber evidencia física que lo vinculara a la escena del crimen, fue acusado de violación y asesinato.
El hombre mantuvo su inocencia en los años posteriores, pero a pesar de que las pruebas volvieron a fallar, el hombre volvió a ser condenado, hecho que a Carol no le terminaba de cerrar.
La nueva tecnología que permitía armar árboles genealógicos y atrapar asesinos años después de sus crímenes fue clave en el caso de Angie. El ADN del asesino fue ingresado en una base de datos llamada GEDmatch. Así comenzaron a armar árboles familiares para ver quién compartía ADN con el sospechoso desconocido. Una pista que arrojó el estudio fue el puntapié inicial para dar con el asesino.
La investigación llegó a Brian Leigh Dripps
La investigación los llevó hacia Brian Leigh Dripps. Dripps no solo había vivido en Idaho Falls, sino que había vivido en la calle “I”, en el número 459, justo en frente de la casa de Angie. Estuvo allí desde el 3 de abril de 1996 hasta el 2 de agosto de 1996. Además, había sido entrevistado cinco días después del asesinato. Sospechosamente, se había mudado de la ciudad después del crimen.
En mayo de 2019, los investigadores dieron con el parador del hombre y viajaron hasta el distrito de Caldwell, donde vivía Dripps, quién ya contaba con 53 años de edad. El sospechoso era un fumador y la estrategia fue seguirlo con el vehículo y esperar a que el hombre tirara una colilla de cigarrillo por la ventana.
Tras 20 horas de una silenciosa persecución, lograron con el cometido y cuando llevaron la muestra, el sábado 11 de mayo se terminó de corroborar que la coincidencia era total. Cuatro días más tarde, Dripps fue arrestado. y después de ser indagado por la policía, el adulto confesó: "Sí, yo lo hice, la violé y la maté". Esa misma noche se lo imputó y su juicio quedó para este año, en el cual Angie finalmente pudo dar con la verdad después de tanto luchar y, finalmente, podrá descansar en paz.