Por Cynthia García y Pablo Di Pierri
El dólar, junto a las armas y el monopolio de la palabra, es la divisa que domina el mundo. Con la recompra de títulos de deuda externa, el gobierno nacional juega una de sus últimas fichas para atajar el apetito voraz de los que promueven la devaluación, al tiempo que fortalece el perfil del país para que empresas y el propio Estado accedan a financiamiento externo.
Hasta donde se supo, Sergio Massa conversó su iniciativa tanto con Alberto Fernández como con Cristina Kirchner y Axel Kicillof. Es de suponer que también hubo un tanteo previo con bancos y tenedores de deuda porque una operación de este calibre no puede ensayarse en el vacío. El riesgo sería quedar pedaleando en el aire.
Massa sobre una posible "carrera presidencial"
En todo caso, lo que merece destacarse es la audacia y la persistencia del Frente de Todos por defender una de las pocas banderas que le quedan, si acaso no es la única después de tres años desgastantes de gestión: la resistencia a la devaluación brutal. Claro que el peso se depreció frente al dólar desde diciembre de 2019, cuando cada billete verde valía 60 pesos argentinos. Pero el establishment quiso y quiere mucho más.
Porque el dólar es uno de los arietes de los poderosos para subordinar a los países periféricos. Incluso si se miran las pizarras de la plaza cambiaria, la maniobra logró bajar la cotización del blue entre 5 y 2 pesos. El rendimiento de la resolución conjunta anunciada ayer por Massa está por verse todavía.
Lo que parece traslúcido es que la burbuja de optimismo en la que está envuelto el peronismo, por la paulatina reducción de la inflación y la baja del desempleo, puede ser barrida con solo un soplido de la patria financiera. En ese trance, el oficialismo contiene la respiración y trata de no hacer olas.