Faltan 56 días para el mundial, 90 para Nochebuena y casi 270 para que el calendario electoral de las presidenciales cobre forma, si los cierres de listas atienden los tiempos previstos para la realización de las PASO.
Como si no hubiera urgencias, consultores, operadores y dirigentes se zambulleron al mar de especulaciones acerca de los beneficios y los riesgos para cada fuerza política con o sin primarias abiertas, simultáneas y obligatorias.
La obviedad se impuso primero, aunque las garantías no existan: la primera conclusión fue que la suspensión de las PASO perjudicaría a la oposición porque sus dirigentes no tendrían cómo dirimir su interna.
Parece una perogrullada decirlo pero se supone que las PASO se diseñaron por el mismísimo kirchnerismo para ordenar candidaturas y lealtades después de la derrota de Néstor Kirchner frente a Francisco De Narváez. O sea, el esquema se inventó porque, sin él, la derecha se organizaba mejor que el peronismo para prevalecer en las urnas.
No es esta pieza un canto agorero pero vendría bien comprender que, con o sin PASO, la coalición de Juntos por el Cambio resolverá sus cuitas en las oficinas de los CEOs más gravitantes y cerrará las listas durante una tanda publicitaria en algún set de televisión.
Por supuesto que no sería lo mismo y es tarea de los estrategas encontrar maneras de dividir al adversario y fortalecer la unidad de la tropa propia. Sin primarias, crecen las chances de que las provincias más pobladas desistan del adelantamiento de los comicios.
Aun así, la discusión parece reducirse a tecnicismos precarios o reglamentarismos inconducentes. El verdadero problema es político: la sociedad no cambiará de opinión si se suspenden las PASO y la derecha no verá mermada su acumulación electoral tampoco.
Y eso remite a lo que se dijo en esta reflexión conceptual la semana pasada y lo que dijo la propia vicepresidenta hace exactamente 10 años, en la Universidad de Georgetown. Frente a un auditorio compuesto por estudiantes, dijo que lo que más le preocupaba era que los jóvenes renieguen de la democracia porque sus valores e instituciones no resultan útiles para resolver sus demandas. “Así empezaron todos los totalitarismos”, aseveró una década antes de hablar de insatisfacción democrática.
El fascismo no cae del cielo. Las PASO no representarían un inconveniente si hubiera claridad política y corrección ideológica para encauzar el malestar hacia la comprensión, antes que la falta de imaginación abra campo a la resignación frente al horror.