Las casas de apuestas, al estar prohibido el deporte, se quedan sin su principal fuente de ingresos ya que la mayoría de los apostadores elegían ese rubro para dar su dinero intentando acertar los resultados de los diferentes eventos que se realizaban.
El sector del juego factura 750 millones al año y el coronavirus amenaza sus cuentas y miles de puestos de trabajo. Se cayeron la Premier inglesa y la Ligue 1 francesa, y antes de las cinco de la tarde la que cerró hasta nuevo aviso fue la Bundesliga. Con eso, las cinco grandes ligas europeas de fútbol quedaban paradas. Pero tampoco había partidos de selecciones. Ni encuentros de baloncesto de la NBA ni de la Euroliga ni de la ACB. Ni siquiera se corría una carrera de Fórmula 1 o de MotoGP. Tampoco tenis. Ni golf. Ni rugby. No hay nada en qué apostar.
La única opción que les queda, es ser muy creativos y crear nuevas formas de apuestas, mientras la ley se lo permita. Aún así, nadie se atreve a hacer una estimación de las pérdidas. Una cosa sí que tienen clara todos en el sector: sin deporte, por culpa del coronavirus, se han quedado sin su gallina de los huevos de oro. Esta vez, la banca no gana. Pierde y por mucho.