Se agudizó la crisis económica y días atras día empieza a convertirse en una crisis política. La corrida lleva un mes y medio, y ya se puede dividir en tres generaciones. La primera empezó en junio con una corrección de los dólares libres frente a la inflación y desarme de posiciones en pesos. La segunda llegó sobre fines del mes pasado, ante la normativa del Banco Central que empujó a las empresas a refinanciar sus pagos al exterior por 180 días desde el despacho a plaza. Por último, el recambio en el Ministerio de Economía agudizó la inestabilidad y desde entonces la dinámica de las variables nominales registró una disparada de proporciones.
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El origen del problema es macroeconómico. El acuerdo con el FMI de fines de febrero evitó el precipicio, pero no logró anclar expectativas como para revertir el desplome de los bonos en dólares y reducir la presión sobre las reservas. A pesar que el Gobierno logró dar cumplimiento a los parámetros acordados, debió incurrir en artilugios contables varios, y esto propagó la desconfianza sobre el devenir del programa. El ruido político al interior del Ejecutivo terminó de crear las condiciones para la corrida.
En junio otro hito agudizó el problema. El Banco Central prorrateó Leliqs con el propósito de ir migrando financiamiento al Tesoro, a la vez que limpiaba su deteriorada hoja de balance. Como intentar apagar un incendio con nafta, esos pesos sueltos corrieron parcialmente a la brecha, generando tensiones en el MEP y el CCL. La descoordinación entre las diferentes áreas de Gobierno que ejecutan la política económica es parte del problema.
Aún así la escalada en los dólares alternativos de estos días parece sobregirada. En las últimas rondas los dólares financieros perdieron fuerza a pesar de que el Dólar Blue no paró de crecer por la demanda de minoristas, dispuestos a convalidar precios irrisorios. Es así que la brecha entre el MEP y el dólar Blue volvió a terreno positivo escalando al 7%. Es posible que en los próximos días esa brecha se vaya cerrando.
La situación de las reservas es crítica con pagos de U$S 100 millones promedio diario desde mayo, las debilitadas arcas del BCRA sufren el retraso de ingreso de los agrodólares, que son reserva de valor para los traders agropecuarios. En ese marco, aún predomina la indefinición en el Gobierno. Parecen divididas las aguas sobre la conveniencia de dar incentivos económicos al sector primario para motivar la comercialización de la soja retenida. Hoy entre los que se manifiestan a favor, las alternativas que se barajan son:
- Otorgar un tipo de cambio preferencial de forma temporaria, para abrir una ventana de tiempo (acotada) que mejore el precio de venta para los corredores agropecuarios.
- Aplicar la Ley de Abastecimiento en caso de que predominen las dilaciones en la comercialización a la espera de una devaluación, a pesar de haberse otorgado estos incentivos.
La debilidad macroeconómica es tal que el Gobierno pasó de discutir una suba de retenciones para desanclar los precios internacionales en el contexto de guerra a evaluar una rebaja (o tipo de cambio diferencial) para incentivar las liquidaciones. Inexplicable desde un punto de vista político, pero racional dada la magnitud de esta crisis.
La aceleración de los dólares paralelos tardará pocos días en pasar a precios, y algunos proveedores empiezan a cubrirse posponiendo operaciones de venta. El resabio de las restricciones a la importación también tendrá consecuencias en materia productiva; cada vez son más los ejemplos de sectores con cuellos de botella severos en la adquisición de insumos necesarios para seguir produciendo. Hoy no se puede descartar ningún escenario disruptivo, porque la macro camina por un desfiladero muy angosto y las herramientas de estabilización están desgastadas. El momento requiere definiciones rápidas y consistentes. Trabajar la cohesión política al interior del Gobierno, elaborar un programa económico integral y mejorar la comunicación económica para evitar dar señales erróneas. No parece haber mucho tiempo más.