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El año financiero 2022

Terminó un año de muy alta volatilidad en los mercados, donde Argentina sufríó el doble impacto de la crisis global y los problemas políticos internos. La estabilización con la llegada de Massa y las perspectivas para 2023.

Domingo, 08 de enero de 2023 a las 21 17

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 08 de enero de 2023 a las 21:17

El 2022 marcó un hito en materia financiera por los magros resultados en las principales plazas globales, la altísima volatilidad en activos históricamente estables, y los cambios de política económica en todo el mundo para hacer frente a las nuevas condiciones. Argentina, acostumbrada a los escenarios cambiantes, amplió restricciones sobre un mercado ya encepado y con una cuenta de capitales parcialmente cerrada. Con un calendario partido en dos, en la primera mitad del año se sintió el cimbronazo de las tensiones externas, pero después de los cambios políticos se moderó el nerviosismo a nivel interno. La efervescencia cambiaria aplacó, y esa fue la señal para el anclaje de las expectativas. Las cotizaciones de los activos domésticos revirtieron y se diferenciaron de los mercados globales, que siguieron lateralizando o incluso en caída. De cara al 2023 se abren múltiples escenarios, con dependencia del ciclo electoral y las novedades internacionales. Con todo, resultan evidentes las oportunidades en nuestro país para aprovechar algunos precios que todavía parecen ‘de remate’. Repasamos a continuación algunos activos.

El dólar como inversión conservadora para los que buscan refugio ante contextos de incertidumbre no fue buena opción. Ese “techito seguro” ante una lluvia torrencial este año mostró demasiadas goteras. Para quienes pagaron dolarización a fines de 2021 y mantuvieron el billete todo el año, la evolución del tipo de cambio subyacente viajó un 15,7% por debajo de la inflación. Si además consideramos una inflación estadounidense en torno al 7%, el resultado de quedarse en billetes verdes fue sumamente insatisfactorio. Claro que el ahorro en dólares suele ser una forma de ‘comprar tranquilidad’ para los que buscan un activo a largo plazo que no se deprecie significativamente contra otros bienes (como los inmuebles) y no necesariamente buscan realizar un diferencial financiero en el corto plazo. En cualquier caso, tener parados los dólares hoy no parece buena opción cuando en el mercado local existen, por ejemplo, obligaciones negociables de empresas con rendimientos del orden el 10% y con muy escaso riesgo.

El segmento pesos presentó un desempeño heterogéneo en 2022. Las inversiones más rudimentarias a plazo fijo y tasa fija se erosionaron durante la primera parte del año pasado, fruto de la aceleración inflacionaria con la tasa de interés corriendo desde atrás. Los cambios en el último cuatrimestre, con el sacudón de la tasa de política monetaria no alcanzó para revertir la caída real previa. Una inversión de $100 a fines de 2021 sufrió una desvalorización del 13,7%, registrando diez de los doce meses a la baja. Distinto fue el caso de los plazos fijos UVA, que se mantuvieron como una de las mejores alternativas frente a un contexto de aceleración incesante de precios, que devora todo a su paso. Tan conveniente para los ahorristas minoristas fue el paraguas de los depósitos ajustables que la mayoría de bancos dejó de promocionarlo o incluso bloqueó su operatoria en la oferta de inversiones. Ocurre que se trata de un pasivo muy difícil de calzar en el mercado con otro instrumento de similar duración, tasa y riesgo.

Los bonos argentinos soberanos de la curva hard dollar ya venían de un 2021 muy malo, por la indefinición del acuerdo con el Fondo Monetario y la profundización de las limitaciones en el mercado de capitales. Ya entrado el 2022, las tensiones geopolíticas por la guerra en Ucrania deprimieron mucho más cotizaciones de los países emergentes y economías de frontera. Tras cartón, la crisis política interna de mitad de año agudizó el deterioro. Las paridades de los bonos más cortos llegaron a tocar los 15 centavos de dólar con rendimientos irrisorios por arriba del 50%. Una vez producidos los cambios políticos la situación se estabilizó. La mejora paulatina en la posición de reservas internacionales y algunos guiños al mercado ayudaron a aliviar la tensión financiera. Algunos títulos públicos llegaron a duplicar su valor desde los mínimos del año, y comprimieron sensiblemente la TIR. No obstante, los precios siguen en niveles extraordinariamente bajos y Argentina tiene mucho camino por recorrer hasta llegar a paridades más racionales, acorde al potencial de la economía a mediano y largo plazo.

En el segmento de renta variable la dinámica fue sorpresiva. Una primera parte del año con desplome monumental para el índice Merval, que al mes de junio acumulaba una caída del 23,6% contra la inflación. En contraste, el ordenamiento macroeconómico paulatino que emprendió Massa tras su llegada fue percibido muy favorablemente por el mercado. Desde entonces la reversión alcista fue de un 40,5% real promedio, con algunos papeles ralleando hasta un 100%. Es sabido que existen variadas oportunidades en el mercado doméstico después de años de precios pulverizados. Por caso, YPF sigue 85% por debajo de su cotización máxima a pesar de haber triplicado su valor en dólares en medio año. Asimismo, Galicia aceleró su corrección en las últimas semanas pero se mantiene 83% por debajo de los niveles máximos. El upside potencial es significativo, pero no solo por la magnitud del desplome de los cuatro años previos, si no también por las perspectivas que tienen las empresas una vez que se emprenda de manera definitiva la normalización cambiaria y de funcionamiento del mercado de capitales.

Otras opciones menos tradicionales también padecieron las complejidades de un año atípico. Las criptomonedas que venían siendo la principal ‘vedette’ del mercado sufrieron un desplome de proporciones, borrando de un plumazo la suba de los dos años previos. Sus precios se vieron afectados por el nuevo escenario global de tasas de interés más altas para enfrentar la inflación. Del mismo modo, situaciones irregulares en criptos que se clasificaban como estables (caso Luna) y escándalos de desfalcos en exchanges (como la quiebra de FTX) empeoraron la situación. En paralelo, activos reales con cotización como el oro, el crudo y otros commodities sufrieron contra el fortalecimiento del dólar, pero cayeron en una menor proporción o mantuvieron rendimientos levemente positivos en 2022.

En síntesis, se trató de un año enrevesado y cambiante, tanto en Argentina como en todo el mundo. La anomalía de Wall Street registrando uno de los peores retornos de su historia en el par bonos/acciones es evidencia de las dificultades de un período que combinó un fenómeno disruptivo de escala internacional (la guerra) con el riesgo de recesión en los centros económicos fruto de la política restrictiva frente a la incipiente inflación. En ese vendaval, el derrotero de los activos locales encuentra contexto. El factor idiosincrásico del cambio de régimen, pasando de un esquema de alta inflación a otro de súper inflación, explica la corrosión que sufrieron los vehículos de ahorro no indexados. Aún así, el quiebre de las expectativas por el cambio de políticas económicas terminó dejando un gusto menos amargo, y nos vuelve a recordar que Argentina no vale lo que dicen los precios actuales toda vez que se normalice la macro.

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