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Causas y consecuencias de un país sin crédito

La macro convulsionada no solo afecta los mercados y el crecimiento potencial. La falta de crédito es otro rasgo de una economía estancada en los problemas del corto plazo. Paliativos y perspectivas a mediano plazo.

Sabado, 12 de agosto de 2023 a las 21 02

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Sabado, 12 de agosto de 2023 a las 21:02

La posibilidad de acceso al crédito suele ser un parámetro de la sanidad de una economía. El crédito es una institución que engloba la confianza entre las partes, la calidad de las instituciones y la seguridad jurídica. Claro que su desarrollo también depende de factores coyunturales que no se pueden reemplazar. Con problemas de arrastre hace ya muchos años, nuestro país fue reduciendo secularmente su mercado crediticio privado. Estímulos públicos esporádicos compensan parcialmente, pero no alcanza. En las próximas líneas caracterizamos en base a datos el estado actual del crédito en Argentina y analizamos los desafíos que enfrentan los hacedores de política económica.

Del total de créditos en la calle casi la mitad se explica por el segmento de comerciales (adelantos en cuenta corriente y descuentos de documento), poco más del 40% tienen que ver con el financiamiento del consumo (créditos personales y tarjetas de crédito), mientras que solo un 11% de los créditos conforman el bloque garantizado (prendarios e hipotecarios). Esta composición muestra la importancia del consumo privado como factor explicativo del PBI argentino, pero también el sesgo de corto plazo del sistema financiero vernáculo. La macroeconomía inestable con una nominalidad estrafalaria impiden planificar a largo plazo, desincentivando la inversión apalancada por el ahorro. Además, el entorno volátil desnaturaliza la función de los bancos como intermediarios para unir puntas entre dadores y tomadores de liquidez. En Argentina la creación secundaria de dinero no tiene la potencia de otras economías. Las entidades destinan una porción minoritaria de su cartera al crédito de largo plazo y buscan negocios más cortos, aprovechando las distorsiones para capturar rentas o migrar operaciones a la prestación de servicios.

El segmento hipotecario es posiblemente el que mejor ilustra los problemas de nuestra economía. Argentina no tiene crédito hipotecario suficiente en condiciones de mercado desde hace más de dos décadas, producto de la inestabilidad y la incertidumbre financiera permanente. Políticas públicas como el ProCreAr fueron relevantes para la demanda de sectores de ingresos bajos y medios bajos, pero un programa público de acceso a la vivienda nunca podría agotar toda la demanda de un país de ingresos medios como el nuestro. Un intento de oxigenar en 2017 se dio a partir de la innovación de los créditos hipotecarios UVA, que fracasaron por la volatilidad de las condiciones financieras. Un mecanismo de indexación puede servir para un contexto de inflación moderada y estable, pero en ese momento Argentina estaba ingresando en un proceso de inflación alta y errática. En síntesis, no hay salidas mágicas. La estabilidad macro es precondición para recuperar el crédito hipotecario. Cuando se recupere será tiempo de trabajar sobre incentivos fiscales, un esquema contractual bien diseñado, información transparente y una regulación estatal sensata.

Desde hace mucho tiempo hay un efecto insoslayable de crowding out (desplazamiento) fruto de las características de la economía argentina. El sector público absorbe parte de la liquidez que debería ir a financiar al sector privado. En los desarrollos teóricos el efecto crowding out suele derivar en un encarecimiento del crédito para las empresas. En Argentina el ajuste parece darse más por cantidades, con firmas minimizando su apalancamiento productivo y/o apostando a estrategias de auto financiamiento. Es así que la penetración del crédito privado en la economía cae de forma significativa desde hace cinco años, pasando de representar en 2018 el 48,3% de los activos del sistema a solo un 27,2% en 2023. En contraste, el crédito al sector público fue ampliando su participación, pasando de explicar menos del 10% del total de los activos del sistema al 16,8% en igual período. Las razones de este fenómeno son evidentes: el déficit presupuestario crónico y la falta de financiamiento externo exigen al Estado utiliza proporciones crecientes del ahorro doméstico. El costo que hoy paga el gobierno por captar esos recursos ya es elevado y está altamente indexado por inflación y/o tasa de devaluación.

En todo Gobierno que pone foco en lo productivo suele haber mayor impulso sobre el crédito con condiciones flexibles. Compensar el corrimiento del sector privado a través del financiamiento público es necesario, pero insuficiente. No reemplaza el rol de la banca comercial por razones de escala, restricción presupuestaria e incentivos. Estos últimos años se destacó en la órbita del Banco Central la Línea de Financiamiento para la Inversión Productiva, que exige a los bancos comercial destinar un porcentaje de su cartera para fondear a las PyMEs vinculadas con el circuito real. Desde su lanzamiento hasta el último dato disponible se acumulan $6,8 billones aplicados, que se componen por un 14% para inversión productiva y 86% para renovar capital de trabajo. Tal es la importancia de este programa (y tan baja la profundidad del sistema crediticio) que en junio explicó más del 40% del total de créditos comerciales otorgados. Iniciativas como el Programa Crédito Argentino, el Fondo de Garantías Argentino y otras líneas vigentes en bancos públicos y privados también son complementos importantes para suplir la escasez de financiamiento por las vías tradicionales de los países estables. Aún así, el fondeo a las PyMEs como proporción del PBI hoy es el más bajo desde el año 2011.

La contrapartida de los préstamos al sector privado son los fondos líquidos de los depositantes. El stock de depósitos totales de la economía viene perdiendo peso relativo en los últimos tres años, a tono con la licuación inflacionaria y la mayor dependencia del Tesoro en términos de financiamiento. No obstante, la masa agregada de plazos fijos no rompió la tendencia creciente iniciada en 2019, y en noviembre del año pasado su stock total volvió a tocar máximos reales. En este bloque, la mayor inflación incentiva a los ahorristas a buscar cobertura. Si bien se trata de un instrumento financiero poco sofisticado, sigue siendo relativamente útil a los fines de evitar una erosión dramática del poder de compra. La remuneración del capital minorista se ha sincerado en el último año, acoplando la tasa de interés pasiva con la inflación; de modo tal que el depositante no pierde de forma sistemática. Este tema no es menor por sus múltiples implicancias. Una parte de la disciplina rechaza la necesidad de tasas de interés reales positivas, mientras que otros sectores señalan que es precondición para recuperar el peso como reserva de valor y romper el componente financiero de la histórica bimonetariedad.

Las contrariedades de la insuficiencia de crédito podrían ocupar muchas más páginas que este simplificado resumen. El ordenamiento integral de la economía será un proceso que en el mejor de los casos vaya madurando a lo largo de varios años. Bajo esa comprensión, los gobiernos deberían evitar distorsionar todavía más los incentivos y priorizar la consecución de un orden macro mínimo que nos vuelva a poner en un sendero de mayor sensatez.

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