Alejandro Lerner es uno de los artistas más importantes de la música argentina. Con sus letras y canciones ha enamorado no solo a la gente, sino también a propios colegas, que lo reconocen como una gran figura. El cantante, que siempre se mantuvo separado de la política y sus expresiones, viene de realizar una gira por España e Israel. La misma le abrió la cabeza para una profunda reflexión sobre el país.
A través de una profunda carta, Lerner da su punto de vista sobre los viajes, comparando a nuestro país con los mencionados dos destinos a los que tuvo que visitar. La comparación, lejos de ser mal intencionada o para enaltecer a los europeos o los de Oriente Medio, termina siendo un parámetro de comparación importante para la realidad de Argentina.
La sentida carta de Alejandro Lerner para Argentina
"Hace rato que algo en mí me viene haciendo ruido, sobre todo después del viaje por España y por Israel.
Transitar por un país que vive en guerra esperando los misiles tiene un costo, y eso se siente. El enemigo es real y es un país chiquito con un alma enorme. Conviven con un estado de alerta y de supervivencia, que los obliga a tener sus prioridades en orden y al acecho.
España es lo que Argentina podría ser, un país hermoso con un idioma cercano- lo cual es un alivio siempre-, la comida, las calles, la arquitectura, todo es familiar. Pero la gran diferencia que yo he sentido es que se puede vivir en un clima de tranquila normalidad y convivencia.
No hay olor a miedo en las calles, un comentario que me llamo la atención. Aquí te pueden hurtar pero no te van a matar o agredir físicamente para robarte, y esa es una sensación que se respira y se comparte.
Viajé en el tren bala, una promesa con la que nos han venido chicaneando por décadas. Allí es una realidad constante e incorporada.
La gente trabaja y el progreso es un destino cierto. Escribo por que no puedo dejar de hacerlo. Progreso, una palabra ya extinguida en los discursos de los que tienen y desaprovechan el poder; y la responsabilidad y los que quieren llegar y tienen el colmillo hambriento por seguir pegándole otra mordida a la torta que a todos nos pertenece.
La diferencia de un país del llamado tercer mundo y los de el primero es la conciencia. Conciencia que trabajando se llega y se crece. Que hacer las cosas bien es mucho mejor que hacerlas mal. Que mentir robar y hacer daño se paga. Que la justicia no son solo las personas: son las leyes y entre todos hemos acordado cumplirlas y defenderlas.
Conciencia del respeto al otro. ¿Cuándo fue la ultima vez que alguien dijo progreso? ¿Cómo llegamos a esto? ¿Cuándo fue que nos acostumbramos a que todos roban, todos mienten, y todos salen ilesos?
¿Cuándo fue que el porcentaje de pobreza nos duele menos que el porcentaje de humedad? Lo grave es saber que nuestro querido país no es pobre, es un país empobrecido. Y nuestra pobreza es moral, no es económica. Nuestra riqueza es incalculable, como nuestra ignorancia.
¿Cuándo fue que aceptamos que elegir lo menos peor es lo que nos merecemos?
soy ateo de la política , porque creo fervientemente en Dios, y no veo a ningún político hablando de dios ni siquiera mostrando algún tipo de vergüenza por sus acciones ante la mirada de algo mayor a nosotros mismos.
Lo peor que nos pasa es que nos convenzan de que no nos merecemos más que esto. Y es triste darse cuenta de que esta realidad a la que nos hemos sometido a vivir podría ser muchísimo mejor que la que hemos aceptado mansamente a acatar.
Hay muchos de nosotros que prefieren mirar hacia otro lado mientras tengamos comida abrigo y algunas comodidades. Los niveles de inseguridad crimen desorden desidia son mas que alarmantes, son patológicos. ¿Por qué no creemos que se puedan cambiar?
La inflación no es como la fiebre que un día tomaste frío y te enfermaste. La inflación es una decisión. Y todos los días- y desde siempre- hay gente que toma la decisión de que vivamos en esta incertidumbre.
Eso no es normal y no esta bien. Está mal, muy mal.
Las razones son simples. Egoísmo, ambición, miedo, ausencia de amor y de sensibilidad, y la enfermedad que el poder genera.
¿Cómo alguien puede entender la pobreza, si tiene autos, choferes, sueldos insultantes, y un nivel de comodidad y de protección que solo la opinión pública y luego la Justicia podrían desnudar?
Yo quiero que mi país cambie. Yo quiero que mi país crezca. Yo quiero no pensar en inseguridad, muertes, miedo, como algo normal. No, mis queridos, no es normal.
No es normal que mueran colectiveros, que ataquen mujeres mayores o embarazadas, no es normal. Y nosotros lo estamos normalizando.
Yo tengo hijos, no quiero huir. Sí, voy a viajar, aprender y seguir empujando por extender mis horizontes personales y profesionales. Pero no quiero huir.
No sigamos desaprovechando nuestra democracia con la excusa de que no podemos hacer que las cosas cambien. Hay demasiado dolor y frustración acumulada.
Y no es justo. Nuestros abuelos habiendo venido del horror más profundo, construyeron un país maravilloso.
Que no nos quiten lo que nos queda de sueños para nosotros, para los nuestros y para todos en general.
Lo peor que nos puede pasar es que nos convenzan de que ya no está en nuestras manos. Hombres decentes, con capacidad y con sacrificio, eso quiero.
La grandeza se convirtió en vanidad y en soberbia, y eso no es más que otro símbolo de degradación. Mañana es una oportunidad y no la quiero dejar pasar".