Solicitaron elevar a juicio la causa que investiga a la organización internacional que funcionaba puertas afuera como una escuela de yoga, pero era en realidad una secta con sedes en el barrio porteño de Villa Crespo.
La petición fue realizada por los fiscales Carlos Stornelli, Alejandra Mangano y Marcelo Colombo, contra la organización que buscaba obtener ganancias millonarias en una falsa escuela de yoga. La misma era liderada por Juan Percowicz, apodado "Papito", "Ángel" y "Maestro".
En ese lugar alrededor de 30 mujeres fueron víctimas de explotación sexual, escudada en la búsqueda espiritual y la "liberación".
Según la investigación, los imputados se encargaban de una organización coercitiva que, bajo la apariencia de dedicarse al estudio de la filosofía del yoga, explotaba a sus integrantes, fundamentalmente mediante la explotación sexual de las "alumnas" con personas de elevado poder económico, para el enriquecimiento del “maestro” y la Escuela.
Es por eso que en el lugar tenían una “clínica” ilegal donde se dormía durante días a los “alumnos” a través del consumo de distinto tipo de psicofármacos, lo cual constituyó para los investigadores una forma de coerción y dominio.
Los presuntos cargos son por asociación ilícita, lavado de activos y trata de personas con fines de explotación sexual, aunque este último cargo está en duda ya que las mujeres declararon no ser víctimas, sino que lo hacían "por su propia voluntad". De igual forma, hay 17 personas imputadas.
El método que usaban para debilitar a las víctimas y así quedar sujetas a los designios del "Papito", era a través de un discurso filosófico, que estaba basado en un camino a la sabiduría y a la liberación, según informaron en la investigación.
La llamada "Secta de Villa Crespo", tenía una estructura basada en jerarquías en la que, para ascender, las mujeres debían mantener relaciones con hombres de poder.
Esas mujeres eran llamadas "plantitas", ya que formaban parte del negocio llamado "Botánico", nombre con el que se ocultaba la explotación sexual de las víctimas, que tenían como clientes a empresarios en Buenos Aires, Nueva York, Chicago, Las Vegas y Londres.
Esos empresarios eran seducidos por las mujeres, quienes también tenían el trabajo de influenciarlos para que hicieran aportes económicos a la secta.
Un segundo grupo, más selecto, eran las llamadas "novias", que eran prácticamente reducidas a la servidumbre y debían responder a empresarios y convertirse en "alfombra para sus pies". Las que no alcanzaban a generar la suma exigida por mes por Percowicz debían pagar una multa.