Aunque el Pejerrey Club de Quilmes se fundó el 2 de julio de 1938 en lo que hoy es el cruce de las avenidas Cervantes e Isidoro Iriarte, la inauguración del primer tramo de lo que está considerado como uno de los espigones con aguas pasantes más largos de Sudamérica recién tuvo lugar el 25 de mayo de 1957, con un espacio de 105 metros, a los que 10 años después se sumó otro sector igual y en 1989 se llegó a los 379 metros de muelle.
Pero, si de fechas se trata, el inicio de la historia para el clásico lugar de referencia de la ribera más popular del sur del Conurbano se remonta al año 1909, cuando la familia Fiorito se radicó en Quilmes procedente de Italia y fundó la empresa Balneario Quilmes S.A, lo que fue el puntapié inicial para la proyección, creación y concreción de la costa quilmeña sobre el espejo de agua del Río de la Plata.
El Pejerrey Club de Quilmes, como ya se consignó, abrió sus puertas en 1938 y no tardó en convertirse en un lugar de encuentro para vecinos de Quilmes y gente que se acercaba de otros distritos para disfrutar de las bondades del predio ribereño que ha sido declarado bien de interés histórico artístico por decreto del Poder Ejecutivo Nacional 1163/14.
Se trata de un reconocimiento asignado en 2014 por la Comisión Nacional de Museos y de Monumentos y Lugares históricos, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación, al espacio que hasta tiene su propia canción, el Himno del Pejerrey Club, grabado por la orquesta de jazz Los Universitarios.
En recuperación
En la intensiva campaña de inscripción que llevan adelante desde el club y en los acuerdos firmados con la municipalidad local y con el Gobierno de la provincia se apoyan las esperanzas de reflotar lo que supo ser una joya arquitectónica a disposición de pescadores y bañistas. Y aún mantiene lo mejor de aquellos días: las piletas de agua salada y el gran muelle.
"Llegaban desde muchos lugares de la provincia a pescar o a disfrutar de las piletas", recuerdan sus socios. Eso forjó su proyección en el tiempo. Y lo convirtió en leyenda.
El paseo público, en la actualidad, mantiene su idiosincrasia: recreación en un ámbito familiar. Además de los socios, lo utilizan las colonias de vacaciones de los colegios de la zona y grupos de tercera edad.
Ahora, “el cañero y el vestuario” de los viejos pescadores “están primeros en la lista” de los lugares que esperan recuperar su valor patrimonial y edilicio. Después, la línea de edificios destinados a la gastronomía: bares, restoranes, cervecerías.
“La municipalidad nos ayuda mucho, vienen dos escuelas por día y estamos tramitando la recuperación de todos los edificios y la puesta en valor del muelle”, detalla Víctor Arrigoni, presidente del Pejerrey Club.
Hay unos 1200 socios. A las piletas y la actividad de pesca se suma como valor: el parque. Tres hectáreas de costa verde con árboles añejos, parrillas en la sombra y el arrullo del agua costera. Se busca dotarlo de actividades de invierno: talleres y cursos, o entrenamiento para competencias.