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América Latina: el continente de la esperanza

Proponemos una razón decidida, no sólo la razón crítica. Somos seres emocionales, sentimentales, racionales, pasionales y con voluntad. Si queremos de verdad es porque sentimos y debemos decidir y poner nuestra Voluntad.
Lunes, 13 de diciembre de 2021 a las 16 43

Por Ana Jaramillo

Lunes, 13 de diciembre de 2021 a las 16:43

Reivindicar las gestas heroicas del pasado de nuestros pueblos para independizarse a través de las acciones conjuntas, así como a los grandes pensadores de América Latina que buscaron la descolonización de España y también cultural, es necesario para encarar lo “no todavía”, lo que falta, lo pendiente para realizar, lo que aún debe hacerse para conquistar una mayor equidad, democracia y libertad, conscientes de que muchas de las utopías de ayer son realidades hoy.

La memoria colectiva tiene una función utópica, creativa, nos incita a transformar la realidad, ya que confirmamos que muchas injusticias de ayer, fueron transformadas por los hombres a través de la práctica política.

No son designios de la naturaleza, no son de la racionalidad positiva, no son destinos inexorables, ni escatológicos ni teleológicos.

Los logros de la historia no fueron vanos deseos, sino decisiones tomadas a lo largo de la historia; luchas y voluntades en la búsqueda de la igualdad y la libertad.

Historizar la memoria, por lo tanto, sirve para reconocer un pasado no casuístico sino realizado, para bien o para mal por los hombres que lo prefiguraron, imaginaron y construyeron.

Cada nuevo apremio de la historia nos obliga a pensar y crear futuro, pero también a resignificar la historia.

La esperanza deberá tener su lugar en el mundo. No es un sueño fantasioso.

Se transforma y se realiza en un topos, en un lugar concreto; es anticipación, es lo “no todavía”, lo que está por hacerse y no sólo soñarse, es lo que está en proceso, es lo que debe hacerse y por lo tanto debe ser realizado, porque es una realidad posible.

La utopía concreta transforma el deseo en realidad posible, en voluntad, en acción orientada hacia ella.

Las nuevas generaciones se harán cargo de realizar lo que todavía hoy es una esperanza.

Tenemos pendientes muchas conquistas en nuestro continente, como la erradicación de la pobreza, del analfabetismo, de la desnutrición, de la injusticia, entre tantas necesidades que se deben constituir en derechos.

Es resolver ese logaritmo nacional, conociendo las bases de que partimos y la potencia hacia dónde vamos, tenemos que encontrar el camino de su realización.

Aquellos que se sumieron en el pesimismo o la desesperación en el posmodernismo y el pensamiento débil, en realidad sufren la pérdida de la creencia en la inexorabilidad del progreso que prometían los meta-relatos y de las supuestas leyes históricas, por las cuales algún día, la utopía aparecería sin nuestra intervención, ya sea desde la idea materialista o idealista.

Quienes nunca creímos en la naturalización de los hechos históricos, por el contrario, nos incita a seguir haciendo y construyendo un mundo mejor, con los miedos y las angustias que significa la incertidumbre del resultado, el desconocimiento del futuro acontecer sin
reglas previsibles como ninguna acción humana

Para Castoriadis, la política es la puesta en cuestión de las instituciones establecidas mientras que la filosofía es la puesta en cuestión de los idola tribus, o sea de las representaciones comúnmente aceptadas.

Caracteriza esta época justamente, como de ruptura con cualquier autoridad que no justifique la validez del derecho de sus enunciados y define la política actual como la actividad explícita y lúcida relativa a la instauración de las instituciones deseables, y la democracia como el régimen de autoinstitución explícita y lúcida en la medida que ello sea posible, de las instituciones sociales que dependen de una actividad colectiva y explícita3

La ruptura con el sentido aceptado o naturalizado, implica que todos tenemos la obligación de dar cuenta y razón de los propios actos y afirmaciones, poner en cuestión cualquier jerarquía o poder que se base en un sentido que no surja de la actividad viva y la apertura de la cuestión de las mejores instituciones que implicarían la apertura de la cuestión de la justicia siendo una cuestión consciente y explícita de la colectividad.

Coincidimos con Castoriadis en que la cuestión de la justicia es la cuestión de la política, desde que la institución social ha dejado de ser sagrada o tradicional, siempre que no entendamos la democracia como procedimental.

De esa manera se pone en cuestión las reglas jurídicas existentes.

El derecho positivo es una cosificación de los procesos históricos sociales de los cuales surgieron las necesidades de reglamentación de las sociedades, pero su ethos social se modifica a lo largo del tiempo así como es diverso en las distintas culturas.

Por otra parte, dichas reglamentaciones legislativas surgen de los debates del poder político y económico que limita asimismo los alcances de la norma.

El derecho en su positividad por lo tanto, no es un universal abstracto y eterno.

La justicia no responde a la lógica matemática, de la no contradicción, de la identidad y del tercero excluido.

Los derechos en su subjetividad también modifican la percepción colectiva de los mismos a lo largo de la historia y de las diversas culturas.

Por eso, las reglamentaciones del derecho que buscaban la convivencia social en otros tiempos, y que respondían a la moral social general así como a las disputas políticas y económicas, muchas veces terminan siendo no sólo obsoletas, sino injustas, sin respuesta para la nueva morfología social ni a su ethos.

La globalización, la universalización y aceleración del desarrollo científico tecnológico también contribuyen a la necesidad permanente de la regulación del conjunto de las actividades sociales a fin de garantizar el bien común.

El desafío entonces es lograr la armonía entre la conciencia colectiva de los derechos, con la realidad social en su contemporaneidad, dando cuenta de la historicidad de los derechos e intentando atrapar el novum a través de nuevas legislaciones.

El otro desafío es lograr dicha transformación a través del debate público de las necesarias modificaciones, conscientes de que en sociedades democráticas, se corre el riesgo de la apatía social creyendo que la democracia se educa a sí misma.

El debate democrático para lograr transformaciones sociales y ampliar derechos sociales no es pacífico, pero América Latina sigue empeñada en lograr una sociedad más igualitaria

Los individuos democráticos se deben formar en una paideia democrática.

La historia es un proceso, un movimiento dialéctico que va modificando valores y procesos.

Atenerse al derecho positivo o a la cosificación de reglas jurídicas instituidas como respuesta a otras sociedades, valores y procesos históricos es lo que está en cuestión.

La política debe trabajar en la transformación de la justicia y la filosofía debe poner en cuestión el sentido construido en otro momento histórico social cuyos valores se han modificado.

La morfología social cambia, la moral social general o el ethos social también se modifica a lo largo del tiempo y por lo tanto deben modificarse también las reglas jurídicas que deben atenerse a los cambios si pretenden normar a la sociedad en permanente modificación.

Nosotros seguimos en la creencia de que un mundo más justo es posible, que la soberanía política y la independencia económica todavía está en el horizonte y que debemos seguir transformando la realidad para lograr más justicia y más libertad, ya que la historia la hacen
las personas.

Y lo debemos hacer sin copiar recetas ajenas sino a través de un camino propio.

Para ello debemos modificar nuestra pedagogía, reconocer la colonialidad del saber, la geopolítica histórica del conocimiento, una nueva epistemología de la periferia o de frontera para lograr que el “continente de la esperanza” se haga realidad.

Sabemos, desde siempre, que el que domina, nomina.

El sometimiento por las armas ya sean de fuego, económicas o políticas va acompañado de construcciones de sentido, de ideologías que pretenden evangelizar no sólo desde creencias religiosas sino desde creencias racionales en modelos societales, económicos, jurídicos y políticos que pretenden ser universales.

Los poderosos siempre nominan, ponen los nombres, bautizaron desde el poder nuestras ciudades, nuestras islas, nuestro territorio, expoliaron nuestros recursos, sometieron a nuestros pueblos y compraron voluntades vernáculas para decidir qué modelo de desarrollo deberíamos tener para su mayor utilidad y servicio.

Latinoamérica ha tomado la palabra, su filosofía aparece nuevamente al amanecer, como gallo que anuncia un nuevo día y no como búho al anochecer que reflexiona sobre lo acaecido.

La filosofía nos prepara para lo que nos queda por construir mirándonos desde acá, con nuestros problemas y sustituyendo la importación de ideas impuestas a lo largo de nuestra historia generadas en otros cielos y por otros problemas.

En 1954, ya el Presidente Perón les decía a los jóvenes latinoamericanos: “…es evidente que no hay región de la tierra que tenga mayores reservas que Latinoamérica.

Es indudable que nosotros poseemos las mayores reservas de materias primas…pero no debemos olvidar que esto que representa quizás el factor de nuestra futura grandeza, representa también el más grave peligro para nosotros, porque la historia demuestra que cuando se carece de comida o se carece de medio, se la va a buscar donde exista y se la toma por las buenas o por las malas… quién quiera esta unión, cargará siempre con los factores adversos de toda la lucha por la unidad.

Quien sostenga y levante esta bandera será tachado de imperialista como nos han calificado a nosotros…unirnos es una perentoria e indispensable necesidad, la mejor defensa está en nuestra unión, el año 2000 nos encontrará unidos o dominados… las causas que uno defiende con verdadero amor, traen como todos los amores, un sector de sinsabores, que hay que enfrentarlo con decisión y valentía, porque sin sinsabores no existen amores y estas causas deben ser las causas de la juventud de América 4

Todos sabemos la historia posterior.

En 1955 derrocaron el gobierno constitucional de Perón, bombardearon a la sociedad civil y prohibieron también la palabra, peronismo, justicialismo, Perón Evita, etc.

Derogaron la Constitución de 1949 que ampliaba todos los derechos humanos, sociales y económicos y se retornó un siglo atrás, corsi e ricorsi, al decir de Giambattista Vico, el fundador del historicismo.

Con la resistencia y la lucha, Perón volvió a gobernar en 1973 y falleció un año después.

Comenzó la represión a poco de andar hasta que ya desenmascaradas las Fuerzas Armadas tomaron el poder nuevamente y empezó el genocidio que poco a poco se extendió en Nuestra América.

El año 2000 llegó y seguíamos desunidos.

Otra vez tuvimos que recomenzar a bregar por la Unidad y la justicia social.

Para ello, los gobiernos comenzaron a rechazar nuevamente los planes de dominación supuestamente racionales, económicos y políticos y a ampliar los derechos económicos, sociales y políticos.

Sigue siendo una batalla de largo plazo.

Seguimos en peligro de que otras fuerzas quieran volver al pasado, los de afuera y las voluntades vernáculas asociadas a ellas.

La batalla cultural para sustituir la importación de ideas en lo pedagógico, en lo cultural, en el poder mediático, en los modelos económicos, jurídicos y políticos que nos quieren imponer continúa supuestamente racionales sin esperanza alguna.

Por eso, bienvenidas las nuevas generaciones a esta epopeya que comenzó hace más de doscientos años con Bolívar
y San Martín.

En esta batalla resuenan para los universitarios las palabras de Joaquín V. González, fundador de la Universidad Nacional de La Plata en su “Lección de optimismo”: “No es posible abandonar la columna, ni arrojar los estandartes porque caigan en el camino los rendidos o desalentados o los escépticos; no habría conquista en la vida si admitiésemos tal posibilidad, y en los procedimientos de la ciencia se explicarían menos tan perniciosas intermitencias de hastío y cobardía".

“Los estudiosos, los letrados, los profesionales del saber, tienen la misión de los oficiales en la marcha del ejército simbólico; ellos son estímulo perenne para el soldado de fila, son un ejemplo vivo e infatigable de voluntad y de acción”.

“En nuestra joven y aún informe nacionalidad sería una falta imperdonable la prédica del descreimiento y la vacilación; los que siguen sus estudios en las aulas, tras la enseñanza y conducción de los maestros, y los que van a ocupar su puesto en la labor pública del oficio confiados en su propio esfuerzo, todos son responsables de su parte en la labor de salvar la integridad del patrimonio moral de la Nación”.

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