Kanye West ha tenido un 2020 en los bordes. Comenzó haciendo una presentación de su campaña hacia la presidencia de Estadios Unidos de este año y allí arriesgó su matrimonio con la influencer Kim Kardashian al contar que casi abortan a su primera hija.
La campaña presidencial quedo en pausa y West emprendió otro camino de militancia: obtener la venta de los derechos de sus propias canciones los cuales están a manos de Sony y Universal.
Así fue como el rapero comenzó a solicitar el apoyo de otros cantantes que tienen contratos con dichas discográficas como Drake, Paul McCartney y Taylor Swift (con quien tiene una relación por denigraciones que West ha dirigido a la muchacha).
No contento con tratar de movilizar las masas del mundo musical al cual definió como "barco de esclavos modernos", Kanye publicó los contratos que tiene con estas empresas y además mostró como orinaba un Grammy recibido por esos temas de los cuales reclama su derecho de autoría.
Twitter luego de este descargo le cerró la cuenta a West por doce horas, debido a que durante su catarata de tweets publicó el número telefónico de un editor de la Revista Forbes.
West en su descargo se sostiene como el nuevo Moisés que viene a liberar a los esclavos de la industria musical y a los de la NBA.