El relato de una docente llamada Dagma Nizzero, que se infectó por coronavirus, en una de las escuelas de la Ciudad, se volvió viral en las últimas horas, ya que pone en duda el real funcionamiento de los protocolos de la vuelta a clases presenciales.
La falta de respuestas por parte de las autoridades y la burocracia alrededor de su estado de Salud, da al relato un tinte kafkiano moderno, pero llevado a la vida real. A continuación el relato completo, publicado en sus redes.
Son las 5 de la mañana y otra vez estoy sin poder dormir. Así fueron los últimos 10 días. El domingo 21 de febrero empecé a sentirme mal, me tomé la fiebre y tenía casi 38. Me pedí médico para justificar mi ausencia del lunes e ir a hisoparme, porque cuando nos sentimos mal no nos dedicamos a descansar y recuperarnos. No. Nos dedicamos a pensar acciones administrativas para cuidar el mango.
El médico me hizo un certificado por caso sospechoso con indicación de hisopado. Subo el certificado a la app de autogestión de licencias, que no es nada más ni nada menos que una aplicación nueva para que gestionemos nuestras licencias sin el trato con un ser humano. El lunes a las 11 de la mañana voy a realizarme un hisopado a un centro de testeo docente.
Me sentía mal, estaba muy mareada y cansada. A las 12 me llama alguien del Ministerio de Salud diciéndome que mi resultado era positivo: angustia. El fin de semana había visto a mi familia, la mayoría altamente de riesgo, mi vieja con enfisema pulmonar y mi viejo revascularizado. Tengo tres hijos y un compañero que trabaja independiente y ahora debía aislarse.
Pensaba que estuve cuidándome un montón, con todo. Fui al colegio en bicicleta con el barbijo puesto durante el viaje, sin poder respirar, firmé el presentismo con mi propia lapicera para no tocar nada y limpié con alcohol y lavandina cada objeto que entró en mi casa. Pero me contagié igual y ahora tenía al teléfono una doctora del Ministerio de Salud que me explicaba "cómo seguir".
Mientras la escuchaba no paraba de pensar que intenté no tocar nada pero tuve que acomodar 30 sillas y bancos de mi aula para organizar mi burbuja, después de pedir que la limpien porque era un asco. En las horas que estuve en mi escuela no entré ni una sola vez al baño y me la aguanté pero estuve en una oficina con dos administrativxs que deciden no usar tapabocas y nadie les dice nada.
Firmé con mi lapicera pero al lado de un montón de compañerxs concentradxs en un pasillo. La preceptora que firmó al lado mío usa un barbijo tejido al crochet por debajo de la nariz, en frente de la conducción del colegio, y mientras firma grita que esto del virus es una mentira.
La doctora del Ministerio me hablaba y yo lloraba. Miraba a mi bebé de dos años jugar y pensaba "¿y si tiene una enfermedad respiratoria y todavía no lo sabemos? A mis hijxs nunca les hice un electro ni estudios complejos, ¿y si tienen algo y se contagian? Mi compañero es hipertenso, y la hipertensión es una de las mayores causas de riesgo pero la quitaron de la lista porque el 80% de la población productiva es hipertensa y tienen que seguir laburando.
La doctora termina de hablar y me dice que en unos minutos iba a poder ver el certificado en el chat del Gobierno de la Ciudad. Yo no paraba de llorar. Avisé en mi colegio y mandé por mail los nombres de lxs alumnxs que vi. Intenté llenar formularios de la ART y demás cosas que me informó el sindicato pero de eso se encarga la conducción y no pude llenar nada ni constatar que alguien lo haya completado. Quise cargar mi licencia por COVID positivo pero tenía una licencia previa por sospecha y tuve que esperar que termine esa y me manden el certificado.
Pasaron dos días en los que apenas me pude levantar de la cama. Durante esos dos días tuve que pelearme con mi obra social (Obsba) para que alguien me hiciera un seguimiento. El chat del Gobierno de la Ciudad nunca encontró mi certificado. NUNCA.
Al tercer día me volvieron a llamar del Ministerio de Salud para preguntar quiénes fueron mis contactos estrechos y aproveché para decirles que si no me mandaban ellos un certificado para justificar mi ausencia al trabajo iba a romper el aislamiento y presentarme a dar clases avisando que soy covid positivo pero que nadie me lo pone por escrito. No me puedo dar el lujo de que me descuenten los días. A los cinco minutos me mandan un certificado por mail. Cargo la nueva licencia a la app pero queda en revisión durante 7 días. Al día 9 de aislamiento el sistema me avisa que mi licencia fue anulada.
A esta altura tengo a mis dos hijos de 12 y 10 años con fiebre, mareos y dolor de cabeza. Mando mails a la conducción de la escuela y nadie los contesta. Mi licencia terminó pero fue anulada así que es lo mismo que nada. Cargo una nueva licencia con todos los certificados por cuidado de mis hijos que se contagiaron y hace más de 12 horas que está en revisión. Nadie me dice nada, si me cubre, si tengo que hacer más trámites, si alguien dio aviso a la ART que me tendría que haber llamado pero ni noticias. Mientras tanto no duermo, son las 5 y me levanto por decima vez a revisar la temperatura de mis hijxs y ver como respiran.
Mi nueva licencia sigue sin cargarse, la anterior sigue anulada y el robot del chat del Gobierno de la Ciudad me sigue diciendo que no encuentra mi resultado, y me pregunta si hay algo más en lo que pueda ayudarme.