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Presupuesto Massa: prudencia, viabilidad y "plan llegar"

Massa presentó su primer (¿y único?) presupuesto nacional como Ministro. Cuenta con menos hipótesis absurdas que en otros años, y predomina la prudencia fiscal. Perlitas progresistas para validar una narrativa interna.

Domingo, 18 de septiembre de 2022 a las 15 21,

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 18 de septiembre de 2022 a las 15 21,

Primer presupuesto del Ministro Sergio Massa. El texto está en línea con lo esperado para una administración con su impronta. En términos generales se nota más racionalidad en la fijación de los parámetros macro, y una compatibilidad plena respecto a los lineamientos del programa con el Fondo Monetario. En lo particular se tienen algunas perlas como la especificación de gastos tributarios exponiendo los privilegios que tienen ciertos sectores, y la controvertida extensión del blanqueo ampliando la gama de segmentos para aplicar los dólares.

Como toda “Ley de Leyes”, la importancia fundamental del texto presupuestario está en marcar el esquema de prioridades relativas para el año de gestión. Así, el Gobierno jerarquiza determinadas partidas y consigna sus fuentes de financiamiento. No obstante, la mayoría de los debates en la opinión pública se terminan centrando en los parámetros macro, que suelen ser los más cuestionados en un entorno siempre volátil e imprevisible.

Entre los principales números del presupuesto se destaca la hipótesis de variación del PBI en el 2%, lo cual representaría la mitad de mejora que en este año. Motiva el recorte la desaceleración de algunos motores de la economía, tras la fase inicial del rebote post pandemia, y la escasez aguda de dólares que impide abastecer con suficiencia a los sectores productivos. Con todo tipo de restricciones, la tasa de crecimiento potencial se reduce. Hoy el riesgo de crisis está principalmente signado por las inconsistencias de carácter financiero.

En materia cambiaria, se pronostica una suba acumulada del 62,1% para 2023. Marca la voluntad del Ejecutivo de mantener el esquema de crawling peg con leves correcciones diarias sin salto discreto. En la descripción comentada de la política cambiaria tampoco trasunta una evaluación de cambio de régimen. Es esperable que el Gobierno siga disponiendo ‘trajes a medida’ para sectores exportadores, dando preferencias para aumentar el ingreso de dólares. Tampoco se puede descartar un nuevo parche para sacarse de encima demanda para pagar servicios. En los primeros siete meses del año se erogaron más de U$S 3.800 millones por turismo y otros pagos con tarjeta, cifra que amenaza con crecer mucho más en el último bimestre por el ‘efecto Qatar’.

Sobre la inflación, el primer dato relevante es el sinceramiento del exorbitante nivel de 95% para este 2022. Al respecto, se prevé una reducción de 35 puntos porcentuales el año próximo. Esta meta luce complicada dada la pasmosa persistencia del régimen de súper inflación. En cualquier caso, la fijación de este parámetro suele ser referencia como umbral para ajustar las partidas del gasto. Por otro lado, poner la traza en niveles más elevados podría desalinear expectativas y realimentar la inercia del proceso. Ya es un hecho que el gran fracaso de este Gobierno en materia económica fue no poder contener la dinámica de precios. Sin entrar en diagnósticos en profundidad, los últimos diez años muestran los limitantes de las políticas graduales de consistencia macro para generar señales creíbles en el sector privado. Abordajes ortodoxos y heterodoxos han fallado por igual y debería ser un dato relevante para el próximo gobierno a la hora de diseñar su programa anti inflacionario.

Fuera de lo paramétrico, el presupuesto 2023 dice mucho sobre el rumbo fiscal y la estrategia del Gobierno para encuadrarse en el sendero acordado con el FMI. Se refuerza el compromiso con las metas de evaluación del programa (déficit, financiamiento monetario y reservas) e incluso queda abierta la posibilidad de un sobrecumplimiento que acerque el bochín al equilibrio fiscal. De base, el trabajo sucio lo hará la reducción de trasferencias por subsidios a la demanda energética con el esquema de segmentación por consumo, que aportará 0,6 puntos del PBI, lo que representa la totalidad del monto a recortar para cumplir la meta. Claro que todo lo demás no se mantendrá constante. En materia de gastos, se contempla un incremento de 0,1 puntos del PBI en las erogaciones de capital, alcanzando el nivel más alto desde 2017 y 0,5 puntos por encima del último año de gestión macrista. Por su parte, los gastos corrientes correrán alrededor de 5 puntos por debajo de la inflación, traccionados principalmente por la mencionada reducción en subsidios. Desglosando las funciones del gasto más relevantes, se proponen achiques reales significativos en Transporte y Energía (-12,4%), Agricultura (-6,7%) y Vivienda (-4,2%). En contraste, subirá la asignación de presupuesto contra inflación en Servicios de Deuda (+14,1%), Defensa (+6,9%), Salud (+6.2%) y Agua Potable y Alcantarillado (+1,5%). La propuesta de Massa no puede ser simplificada como un ‘presupuesto de ajuste’.

En relación a los ingresos tributarios, no proyectan cambios muy dramáticos. Se destaca en el margen una menor participación para Ganancias (-0,05 puntos del PBI) y para el Impuesto PAIS (-0,12 a PBI). En contraposición, aumentará la participación del IVA (+0,02 a PBI) y de los aportes a la Contribución Social (+0,08 a PBI). En el agregado, se espera una reducción de la presión tributaria en 0,18 puntos del PBI. A pesar del sentido común arraigado, de cumplirse este presupuesto el Frente de Todos terminará su gestión con una reducción en el peso de los impuestos.

Párrafo aparte para dos puntos novedosos. La separata de gastos tributarios invita al Congreso a discutir todos los beneficios impositivos que sectores específicos reciben a expensas de la sostenibilidad de las cuentas públicas. Entre los beneficios derivados de las normas específicas de los tributos hay filtraciones por 1,81 puntos del PBI, mientras que los derivados de regímenes de promoción económica escalan a 0,68 puntos del PBI. Lógicamente avanzar sobre estas exenciones y alícuotas reducidas no es fácil, porque siempre atrás hay algún lobby sectorial que buscará bloquear cambios con efecto económico progresivo. Lo positivo es que apoya explícitamente el FMI, que observa con preocupación el peso que implican estos beneficios impositivos. La tentación para avanzar es fuerte: si los gastos tributarios se redujeran en su totalidad (escenario de probabilidad nula) implicaría un ahorro de 2,49% del PBI que revertiría el rojo fiscal en solo un año. Cualquier avance parcial será importante; y para el Gobierno vale la pena intentarlo.

Por último la extensión del blanqueo en el segmento inmobiliario (viviendas usadas) e importador (pago de bienes y servicios del exterior) responde a un parche más en un contexto irrespirable en materia cambiaria. Lo primero contribuye a destrabar la escasez de divisas en un mercado de compra-venta de inmuebles totalmente dolarizado. Ayudará en el margen a mover un poco más las operaciones del sector. Lo segundo puede generar más expectativas en Economía, que enfrenta una multiplicidad de pedidos de acceso al MULC por parte de los sectores productivos, y se ve obligado a restringir la mayoría. Sobre las posibilidades de éxito de este blanqueo, jugará el apetito de las empresas más grandes para sostener sus niveles de actividad. Si la demanda sigue tirando y el BCRA no habilita los dólares, es más probable que predomine la voluntad de exteriorizar, a cambio de que la producción no se frene. El impuesto por el blanqueo es relativamente bajo. Claramente en el Gobierno prima la desesperación por descomprimir la presión sobre las reservas.

Con todo, el primer presupuesto de Massa busca hacer equilibrio entre la prudencia, la viabilidad política y la necesidad de anclar expectativas a través de atarse al mástil del programa EFF con el Fondo Monetario. Al no haber presentado hipótesis macro groseramente absurdas, mejora la probabilidad de generar acuerdos mínimos que permitan su aprobación. Especulando, tampoco parece conveniente para la oposición mantener la postura de bloqueo recalcitrante del año pasado, ya con las elecciones a la vuelta de la esquina. Le daría a un Gobierno muy debilitado un argumento para la victimización. En cualquier caso, no deja de ser un presupuesto que se lee en el marco del ‘plan llegar’. Es lo mejor que puede ofrecer Sergio Massa para que las variables no se espiralicen y terminemos en un escenario de crisis severa. No es mucho, pero tampoco es poco para un Ejecutivo que hace dos meses estuvo al filo del abismo…