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Inflación con estabilidad cambiaria: "súper precios" en dólares

Algo cambió desde la llegada del Ministro Massa. La estabilidad cambiaria nos aleja de escenarios disruptivos, pero implica un nuevo desafío: cómo romper el nuevo proceso de súper inflación en dólares.

Domingo, 11 de septiembre de 2022 a las 14 34

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 11 de septiembre de 2022 a las 14:34

La gira estadounidense del Ministro de Economía cumple simultáneamente la necesidad de pasar la gorra para conseguir dólares mientras que saca parcialmente el foco de los problemas domésticos. El desafío más urgente para evitar un nuevo desborde es engrosar la posición de reservas. Para eso es sano congeniar una agenda de cortísimo plazo, como el parche del dólar soja, con otros objetivos de largo aliento. Sobre lo primero, el Dólar Soja segunda versión fue un éxito. Se cumplió la meta de la primera semana y se encamina a sobrecumplir el objetivo de U$S 5.000 millones en el mes. Respecto al segundo punto, la agenda estratégica implica alentar inversiones en sectores con potencial exportador, y para eso se diseñan trajes a medida que brindan estabilidad fiscal y un tratamiento diferencial en el acceso a divisas. Todo esto va a dar aire al Ejecutivo para cerrar el programa financiero. Posiblemente se pueda arrimar el bochín al cumplimiento de la meta de acumulación de reservas 2022, aunque todavía no está claro que alcance. En cualquier caso, el encarecimiento de precios energéticos producto de la guerra sería argumento suficiente para solicitar un waiver para dispensar el cumplimiento de este parámetro, con alta factibilidad de que el FMI efectivamente lo otorgue.

La ligazón entre reservas y precios internos es directa, por el canal de las expectativas. La aceleración inflacionaria de junio y julio no respondió solo al clima de inestabilidad política, si no también a la limitación aguda del Banco Central para abastecer al sector productivo que necesita importar. En ese escenario de escasez extrema, los precios se fijan en función del precio del dólar al que se puede acceder: el financiero. Así, el escenario actual es muy distinto al de fines de 2015, cuando también había segmentación de facto del mercado cambiario y por ende una brecha. Como el Gobierno se quedó sin dólares hoy son muchos más los bienes y servicios efectivamente priceados según el dólar libre, mientras que son una minoría de mercancías las que siguen al dólar oficial.

Entre los factores explicativos de este contexto de alta inflación en dólares, se tiene:

       La asimetría para procesar shocks en dólares paralelos al alza o a la baja. Cuando las cotizaciones escalan la transmisión es automática y proporcional, pero cuando caen la reversión es nula.

•       La elevada persistencia régimen inflacionario, que impide frenar en seco la dinámica a pesar de no haber presión significativa sobre costos y no existir nuevos desajustes macro.

•       La imposibilidad (¿y falta de voluntad?) política de emprender medidas más agresivas contra la inflación, dada la debilidad propia de un Gobierno con un año vista por delante.

•       La continuidad del proceso de puja distributiva, con sectores formadores de precios que aún persiguen márgenes de rentabilidad en dólares libres propios de contextos de mayor PBI per cápita.

Los números marcan que el promedio de precios internos aún no equipara la tasa de crecimiento de los dólares alternativos, desde fines de 2019. El IPC ajustado por Dólar MEP sigue 11,1% por debajo. El drama son los salarios. Parece indeseable desde el punto de vista social alinear todas las variables, pero con ingresos en dólares aún tan deprimidos. Hay límites objetivos para recomponer los salarios en el corto plazo, a partir de una vocación expansiva. Los equilibrios son delicados, y los riesgos de volver a una aceleración nominal son mayúsculos.

Los próximos meses pueden mantener esta trayectoria y hasta profundizarla. Sobre fin de año la brecha IPC a MEP podría cerrarse. No parece haber a corto plazo combustible para una demanda por dolarización superlativa, y la tentación de las inversiones a plazo en pesos remuneradas (por ahora) al 96,5% es muy alta. Más aún, las señales de convergencia fiscal también ayudan a ponerle un techo a los dólares paralelos. Por último, la cuenta regresiva hasta el ciclo electoral es un ancla más, por la expectativa de normalización del mercado de cambios a partir de un nuevo gobierno.

¿En qué mundo nos deja este contexto de súper precios en dólares? Por el lado de las empresas, se recompone la hoja de balance, y se benefician más los sectores no transables. En particular mejoran su participación en el ingreso aquellos que tienen demanda interna cautiva, que no se modera dada la elevada circulación de billetes, y a pesar de la erosión en el poder adquisitivo. En cuanto a los salarios, las perspectivas no son buenas a corto plazo. El mercado laboral agudiza su segmentación en entornos de nominalidad elevada. Las brechas entre sectores cubiertos por convenios colectivos respecto a los informales es mayor, exigiendo políticas activas de transferencias compensatorias por parte del Estado.

Sin un Plan de Estabilización integral es difícil pensar que la inercia inflacionaria se pueda reducir naturalmente, como producto de la mejor coordinación macro con ritmo gradualista. Evitar un escenario de desbande y espiralización de precios no es poco, pero difícilmente alcance para torcer la percepción general de hastío con la situación económica, a causa de la inflación. El desafío de instrumentar un programa de shock quedará para el nuevo Gobierno, que tendrá crédito inicial y legitimidad política para atacar más agresivamente el problema, pagando los costos necesarios en el corto plazo. Incluso en el mejor escenario, los años venideros presentan desafíos mayúsculos. Recuperar los equilibrios después de tantos cimbronazos internos y externos no va a ser fácil ni placentero…

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