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¿Cómo sigue la actividad económica en los países de la región?

La economía de los países emergentes de la región afronta desafíos mayúsculos por el nuevo escenario global de retracción de capitales y tasas de interés altas. Perspectivas en materia de crecimiento, inflación y financiamiento.

Domingo, 22 de octubre de 2023 a las 00 10

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 22 de octubre de 2023 a las 00:10

El mundo sigue convulsionado. Los coletazos de la pandemia y de Ucrania no terminaban de ser procesados, pero ya surgen nuevas tensiones por la escalada bélica en Israel. Para los países emergentes la situación es doblemente desafiante. Hoy escasea la liquidez global para financiar procesos de desarrollo, el reshoring de las economías centrales sigue vigente y el viraje global de la política monetaria genera shocks significativos en el mundo emergente. En las próximas líneas proponemos repasar los números que caracterizan la situación de los países de América en función a las principales variables de relevancia y examinando los desafíos para recuperar la normalidad macro plena.

La desaceleración de la actividad económica y del comercio mundial continúan, dejando en evidencia el impacto duradero que los choques negativos de los últimos tres años han tenido en la economía global. Los precios de los productos básicos han cedido desde los valores registrados a mediados de 2022 y también lo han hecho las presiones en las cadenas de suministro, lo que, junto con la política monetaria restrictiva, ha moderado las presiones inflacionarias en las principales economías.

Entre los países de la región, las cifras del primer semestre de 2023 no solo confirman la desaceleración, sino que muestran que el PIB en América ha permanecido estancado en los últimos cuatro trimestres. El PIB se desaceleró medio punto porcentual en el primer semestre de 2023 respecto al mismo período del año anterior. La desaceleración ha sido generalizada y los indicadores de actividad de 13 de los 16 países considerados muestran un retroceso en la dinámica de crecimiento. La demanda interna regional ha continuado desacelerándose y avanzando en su proceso de ajuste, después de los altos niveles de gasto que hubo en 2021 y parte de 2022. Esa desaceleración se debió en particular al debilitamiento del consumo privado y al retiro definitivo de los estímulos fiscales. Al igual que el resto de los componentes de la demanda interna, la inversión ha contribuido a la pérdida de dinamismo. En el primer semestre de 2023 se observó una desaceleración generalizada de todos los componentes de la demanda interna, y el de la inversión fue el que más retrocedió, característica que se observa en la mayoría de los países de la región.

La baja de los precios de los productos básicos y, sobre todo, de los productos energéticos afectaría los términos de intercambio de los países de la región según sus diferentes canastas de exportación e importación. En promedio, se espera para 2023 una disminución de los términos de intercambio del 2% para América Latina, como resultado de una caída de los precios de la canasta de exportación de un 3%, mayor que la baja del 1% de los precios de las importaciones. Debido a que la caída de los precios de los productos energéticos será más pronunciada, el grupo de países más afectado por la disminución de los términos de intercambio será el de los exportadores de hidrocarburos, con una baja del 14% (en comparación con un aumento del 15% en 2022). En el caso de América del Sur, el efecto es mixto, pero pesa más el efecto negativo que se produce en los países exportadores de hidrocarburos y de productos agroindustriales que el efecto positivo en los países que son exportadores netos de minerales (como Chile y el Perú), por lo que se prevé una caída de los términos de intercambio para la subregión en su conjunto.

Se estima que las exportaciones de servicios de América Latina y el Caribe crecerán un 13% en 2023, mientras que las importaciones de servicios se expandirían un 10%, con lo que el déficit en la balanza de servicios se reducirá a un 1,1% del PIB (frente a un 1,3% del PIB en 2022). Este resultado se basa en mejores expectativas de los ingresos por turismo, provenientes de mayores llegadas de turistas a los países de la región. El déficit de la cuenta de rentas representaría en 2023 un 3,1% del PIB, en comparación con un 3,5% del PIB en 2022, como resultado principalmente de la caída de los precios de productos básicos, que se prevé será de un 11% como promedio del año.

La información disponible del segundo trimestre de 2023 indica que los flujos financieros, excluida la inversión directa neta, continúan saliendo de la región, aunque a un ritmo bastante menor que el observado en el último trimestre de 2022. Junto con ello, el indicador adelantado de flujos de capitales netos muestra que después de la mayor salida que se registró en2022 y que se representa por la caída del indicador, durante los primeros meses de 2023 se produce una recuperación, en la medida en que se han reducido los niveles de riesgo e incertidumbre que se observaron en 2022.

El escenario de mayor incertidumbre mundial que se enfrentó en 2022 también afectó el costo del endeudamiento de los Estados soberanos de la región. En efecto, el riesgo soberano para América Latina, medido por el índice de bonos de mercados emergentes (EMBI), se elevó de cerca de 400 puntos básicos a inicios de 2022 a más de 550 puntos básicos en julio de ese año. Si bien las diferencias entre los niveles de riesgo soberano de los países de la región han sido relativamente estables en el tiempo, llama la atención que tales diferencias hayan aumentado en años recientes. Esto revela que, en los períodos más complejos de crisis económicas o financieras, los gobiernos que de por sí tienen mayores dificultades se ven enfrentados a condiciones de financiamiento todavía más estrechas.

Las economías de América Latina y el Caribe han estado sometidas a una seguidilla de shocks de índole externa. Esos choques han tenido claras repercusiones internas que han exacerbado muchas de las falencias estructurales de la región, pero que también han revivido algunos problemas que, en líneas generales, se habían considerado superados. Uno de esos problemas es la inflación.

En el primer semestre de 2022, la dinámica de la inflación regional, al igual que la del resto del mundo, reflejó los efectos de otra crisis que tuvo implicaciones mundiales, a saber, la derivada del conflicto entre la Federación de Rusia y Ucrania. En ese semestre, el aumento del precio de los alimentos, del petróleo y de los costos del transporte, así como las nuevas interrupciones en las cadenas de suministro y el aumento de la volatilidad financiera, dieron un nuevo impulso a la inflación en las economías latinoamericanas y caribeñas.

Desde el segundo semestre de 2022 hubo varios factores que contribuyeron a que la inflación cayera en la región, a saber: la desaceleración de la demanda agregada interna; la finalización de las políticas de apoyo a la demanda agregada que se habían aplicado durante la pandemia; la adopción de políticas monetarias contractivas, y la reducción del precio de los alimentos y la energía a nivel mundial.

En el caso de los países con inflación crónica, esta ha tendido a acelerarse en cuatro de ellos entre junio de 2022 y junio de 2023, con incrementos de 52,0 puntos porcentuales en la Argentina, 16,5 puntos porcentuales en Cuba, 17,0 puntos porcentuales en Haití y 247,1 puntos porcentuales en la República Bolivariana de Venezuela. Suriname es la única de esas economías con inflación crónica en las que esta se redujo, pasando del 55,1% en junio de 2022 al 54,6% en junio de 2023. Se trata de todos casos con problemas macro e institucionales severos. Parece claro que el problema de la inflación hoy es más una anomalía que la norma.

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