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La producción en el primer trimestre de Milei

El programa de motosierra y licuadora tiene consecuencias productivas directas: una recesión que no da respiro. ¿Es posible el "rebote en V" que espera Milei cuando se ordenen las variables macroeconómicas?

Domingo, 10 de marzo de 2024 a las 20 58

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 10 de marzo de 2024 a las 20:58

Javier Milei cumplió sus primeros tres meses al frente del Ejecutivo y ya se pueden delinear las características fundamentales de su programa de Gobierno. Sin plan de estabilización integral, hasta el momento opera un esquema muy duro en materia fiscal y monetaria para recomponer equilibrios macroeconómicos básicos. El plan ortodoxo de Caputo tiene consecuencias. La recesión que ya había empezado en 2023 se profundizó y hoy es (casi) masivo el desplome de la actividad. En las próximas líneas caracterizamos el proceso y las perspectivas a futuro.

El modelo libertario en esta primera etapa no contiene ninguno de los preceptos libertarios. No hay apertura absoluta del comercio, no hay desregulación plena de las restricciones en mercados críticos (como el cambiario), no hay reformas institucionales disruptivas y no hay apertura de la cuenta de capitales. Lo que sí hay es un programa de ajuste tradicional, con un apretón monetario acompañado de que se denominó “Plan Motosierra”, a saber, un recorte significativo en casi la totalidad de partidas del gasto público. Es así que en los primeros tres meses se aceleró la caída real del gasto primario, hasta posicionarse en un 36,5% menos que la inflación en febrero. La ligazón entre las políticas de austeridad y la producción es directa. Vía sector público la contracción resta estímulos directos y medidas compensatorias. Vía sector privado la licuación de los pesos redunda en menor poder de compra para las familias y decaimiento del consumo privado. La economía entra en un círculo vicioso de recesión, mayor ajuste y empeoramiento de la recesión.

Los números de la estadística pública reflejan la gravedad de la situación. Por caso, la industria empezó el año con un descenso del 12,4% interanual. Es así que la producción fabril hoy opera en niveles mínimos desde la salida de la pandemia. El sector de la construcción es otro de los segmentos más golpeados, por la virtual eliminación de la obra pública y la incertidumbre imperante en el rubro inmobiliario. El indicador de actividad de la construcción marcó una retracción del 21,7% interanual en enero, incluyendo ítems como el asfalto, que se desplomó 61,9%. En igual sentido, industrias muy representativas como la automotriz ya sienten el impacto de la merma de la demanda y la continuidad de las restricciones para pagar importaciones. La producción de vehículos registró un derrumbe interanual del 18,2% para el primer bimestre, revirtiendo el crecimiento de los dos años previos. Todo este derrotero negativo se potencia en el mundo PyME que responde con mayor elasticidad a los contextos de crisis macro. La producción industrial de las empresas más chicas comenzó 2024 con un deterioro del 30%, que contrasta con la baja de solo un 2,6% en el año previo.

Obviamente, no todo es aciago en el panorama productivo. Hay sectores desvinculados del ciclo general, favorecidos por aspectos puntuales del diseño macro o simplemente beneficiados por factores exógenos. La producción agropecuaria es uno de los casos más evidentes. Tras la salida de la peor sequía en un siglo, la cosecha 2023/24 distará de ser ideal pero presentará rindes muy superiores. Las últimas estimaciones para la siembra de trigo (+26,1% respecto a 2023), maíz (+58,3%) y soja (+147,5%) hacen pensar que el sector puede compensar parcialmente el retroceso en otros rubros y hacer las veces de “amortiguador” sobre la caída del PBI. Otro bloque donde se espera un desempeño positivo es el de oil & gas, que en enero mostró un aumento del 9% interanual en la producción de petróleo crudo. Vaca Muerta sigue batiendo récords y la puesta en marcha del gasoducto NK permitirá sustituir importaciones en los meses más fríos. Por último, destacar la actividad minera. Con una multiplicidad de explotaciones en curso ya se hilvanan 34 meses consecutivos de crecimiento (+9,3% en enero).

La cuestión del financiamiento es esencial para dinamizar la producción, pero los canales de mercado siguen sin funcionar adecuadamente en una macro aún convulsionada. Un contraste evidente con la administración pasada es la falta de políticas públicas para mitigar los efectos del ciclo económico. Desaparecieron las líneas de crédito a tasa de interés preferencial para que las empresas destinen a capital de trabajo o ampliar su estructura de negocios. Tampoco hay aportes no reembolsables en la Secretaría PyME ni facilidades de pago sobre deudas impositivas. Escasean las políticas de capacitación para impulsar las exportaciones, tanto como los programas para facilitar el acceso al mercado de capitales. La industria no forma parte del discurso oficial, al punto que esa palabra no fue mencionada el día de asunción del Presidente ni el día de apertura de sesiones ordinarias. Lejos de una cuestión simbólica, preocupa que el país quede retrasado en la carrera regional. Retroceder casilleros en un mundo que compite generando condiciones para la radicación de empresas puede tener secuelas a largo plazo.

La apuesta oficial es que la economía dibuje un “rebote en V”. Esto implicaría hacer piso rápidamente cuando terminen de corregirse los fundamentos distorsionados y se recupere una estabilidad mínima para que brote la inversión privada. El optimismo del Gobierno encuentra algunos escollos en el camino:

  • La caída de la demanda interna puede ser más profunda que lo esperado. Si los ingresos de las familias se desploman y el consumo cae, puede afectar los niveles de recaudación exigiendo un ajuste aún más severo. Todo esto potencia la dinámica recesiva del ciclo.
  • Cualquier contrariedad en el recorrido fiscal o monetario puede desanclar las expectativas, redundando en un repunte de la inflación y tensiones en el frente cambiario. Si las condiciones macro se vuelven a deteriorar, nada garantiza que no se propague negativamente sobre la actividad.
  • Para que la rueda productiva no se frene se necesitan dólares. Factores que afecten la liquidación de la cosecha o el resto de las exportaciones pueden exigir mayores medidas restrictivas sobre las importaciones.

La evolución del PBI en Argentina está íntimamente ligada a los ingresos de las familias, ya que el consumo privado explica el 60% de la demanda agregada. Parece evidente que la debilidad del poder adquisitivo atenta contra la recuperación económica. Pero, a su vez, la desmonetización de la economía es la esencia del “Plan Licuadora” de Milei y Caputo. Conciliar la dimensión macro con la productiva es siempre complejo, pero dadas las restricciones concretas y la obcecación ideológica del Gobierno parece una tarea casi imposible a corto plazo.