Festeja la Argentina por una gran noticia ligada al mundo cultural. Con la traducción al inglés de su novela "No es un río", Selva Almada (Villa Elisa, 1973) quedó seleccionada en la “lista corta” del Premio Booker Internacional 2024, un galardón inglés que se ha sabido ubicar entre los más prestigiosos del mundo literario.
La shortlist fue anunciada este martes 9 de abril a las 10 de Argentina, 14 de Gran Bretaña. Y el ganador o ganadora será anunciado el próximo 21 de mayo en Londres.
El Booker Prize, después del Nobel, es el reconocimiento literario internacional más destacado. No es un río, fue publicado en 2020 por Random House y, años después, se editó en inglés como Not a River por Charco Press y fue traducida por Annie McDermot. El premio, justamente, distingue obras traducidas al inglés y reconoce tanto al autor como al traductor.
Como los anteriores, "No es un río" se tradujo con el apoyo del Programa Sur de Cancillería, que financia en parte las traducciones de libros de autores argentinos en el exterior y que el Gobierno de Javier Milei ha desfinanciado drásticamente, al menos por este año.
Los otros libros finalistas son:
- Kairos, de la alemana Jenny Erpenbeck (traducción de Michael Hoffmann; en español se lo encuentra como Kairós);
- The Details, de la sueca Ia Genberg (traducción de Kira Josefsson);
- White Nights, de la polaca Urszula Honek (traducción de Kate Webster);
- Mater 2-10, del coreano Hwang Sok-yong (traducción de Sora KimRussell y Youngjae Josephine Bae);
- What I’d Rather Not Think About, de la holandesa Jente Posthuma (traducción de Sarah Timmer Harvey);
- Crooked Plow, novela del brasileño Itamar Vieira Junior (traducción de Johnny Lorenz; en español se la encuentra como Tortuoso arado).
De esta manera, solo dos latinoamericanos siguen en carrera por el Booker Internacional.
En el Booker Internacional compiten libros publicados en inglés en el Reino Unido e Irlanda durante el año previo a la premiación. Este año, el jurado está presidido por la escritora y locutora canadiense Eleanor Wachtel e incluye a la poeta estadounidense Natalie Diaz, al escritor británico nacido en Sri Lanka Romesh Gunesekera, al artista sudafricano William Kentridge y al escritor, editor y traductor británico Aaron Robertson.
De qué trata el libro de Almada
La novela de Almada, que cierra la “trilogía de los varones” iniciada con El viento que arrasa (recientemente se estrenó la adaptación cinematógrafica dirigida por Paula Hernández) y continuada con Ladrilleros, fue finalista del Premio Medifé Filba de Novela y de la Bienal de Novela Mario Vargas Llosa. En Italia ganó el Premio IILA.
Ubicada en la Argentina rural, No es un río indaga en la crueldad y la violencia del universo masculino a través de los pactos y las alianzas secretas entre hombres.
Enero y el Negro llevan de pesca a Tilo, hijo adolescente de Eusebio, el amigo muerto. Mientras beben y cocinan y hablan y bailan, lidian con los fantasmas del pasado y con los del presente, que se confunden en el ánimo alterado por el vino y el sopor.
Una red mezcla realidad y sueño, hechos y conjeturas, isleños, agua, noche, fuego, peces, bichos. Humana, pero a la vez animal y vegetal, esta novela fluye como un cauce, una larga conversación o el afecto entre seres que se quieren: madres, hijos, hermanos, amantes, ahijados.
En español y en inglés: así empieza la novela argentina "No es un río", candidata a uno de los mejores premios del mundo
El International Booker Prize (tal su nombre en inglés) distingue obras traducidas al idioma de Shakespeare. Por eso, aquí ofrecemos los primeros párrafos de la versión en español publicada por Random House en 2020 y también los de la que compite ahora, en inglés, traducida por Annie McDermott y editada por Charco Press.
“No es un río” (Fragmento en español)
Enero Rey, parado firme sobre el bote, las piernas entreabiertas, el cuerpo macizo, lampiño, el vientre hinchado, mira fijo la superficie del río, espera empuñando el revólver. Tilo, el muchachito, arriba del mismo bote, se dobla hacia atrás, la punta de la caña apoyada en la cadera, girando la manivela del reel, tironeando la tanza: un hilo de brillo contra el sol que se va debilitando. El Negro, cincuentón como Enero, abajo del bote, metido en el río, con el agua hasta las pelotas, también doblándose hacia atrás, la cara colorada por el sol y el esfuerzo, la caña arqueada, desenrollando y enrollando la tanza. La ruedita del reel que gira y la respiración como de asmático. El río planchado.
Muévanla, muévanla. Zaranden, zaranden. Que se despegue, que se despegue.
Después de dos, tres horas, cansado, medio harto ya, Enero repite las órdenes en un murmullo, como si rezara.
Se marea. Está adobado por el vino y el calor. Levanta la cara, los ojitos rojos, hundidos en el rostro inflamado, se le encandilan y ve todo blanco y se pierde y se quiere agarrar la cabeza y se le escapa un tiro al aire.
Tilo, sin dejar de hacer lo que está haciendo, tuerce la boca y le grita.
¡Qué hacés, asoleado!
Enero se repone.
No pasa nada. Ustedes sigan. Muévanla, muévanla. Zaranden, zaranden. Que se despegue, que se despegue.
¡Sube! ¡Está subiendo!
Enero se inclina sobre el borde. La ve venir. Un manchón bajo la superficie del río. Le apunta y dispara. Uno. Dos. Tres balazos. La sangre sube, a borbotones, lavada. Se incorpora. Guarda el arma. La ajusta entre la cintura del short y el lomo.
Tilo desde arriba del bote y el Negro desde abajo del bote, la levantan. La agarran por los volados grises de la carne. La tiran adentro.
¡Guarda la chuza!
Dice Tilo.
Agarra la cuchilla, separa el espolón del cuerpo, lo devuelve al fondo del río.
Enero apoya el traste en el asientito del bote. Tiene la cara sudada y siente un zumbido en la cabeza. Toma un poco de agua de la botella. Está tibia, toma igual, tragos largos, y el resto se lo echa en la mollera.
Trepa el Negro. La raya ocupa tanto lugar que casi no hay dónde poner el pie sin pisotearla. Le calcula unos noventa, cien kilos.
¡Fiera la bicha vieja!
Dice Enero, dándose una palmada en el muslo y riendo. Los otros también se ríen.
Dio pelea.
Dice el Negro.
Enero agarra los remos y enfila para el medio del río y después tuerce el rumbo y sigue remando, orillando la costa hasta donde armaron campamento.
Salieron del pueblo al alba en la chata del Negro. Tilo al medio cebando mate. Enero con el brazo apoyado en la ventanilla abierta. El Negro manejando. Vieron cómo el sol se alzaba despacito sobre el asfalto. Sintieron cómo el calor empezaba a picar desde temprano.
Escucharon la radio. Enero meó en la banquina. En una estación de servicio compraron facturas y cargaron más agua para el mate.
Estaban contentos de estar los tres juntos. Venían armando viaje hacía rato. Por una cosa o por otra suspendieron varias veces.
El Negro se había comprado un bote nuevo y quería estrenarlo.
Mientras cruzaban a la isla en el bote flamante se acordaron como siempre de la primera vez que lo trajeron a Tilo, chiquitito era, apenas caminaba el gurisito, los agarró una tormenta, les voló las carpas a la mierda, terminó el gurí chiquito así como era guarecido en el bote puesto de canto entre unos árboles.
La que se le armó a tu viejo cuando volvimos.
Dijo Enero.
Contaron otra vez el cuento que Tilo sabe de memoria. Eusebio se había traído al gurí de contrabando, sin avisarle nada a la Diana Maciel. Estaban separados desde que Tilo era apenas nacido. Todos los fines de semana Eusebio se lo llevaba con él. No va que ella se da cuenta de que se había olvidado de meter adentro del bolso, con las mudas de ropa, un remedio que estaba tomando Tilo. La Diana se cae por la casa y no hay nadie. Un vecino le dice que se fueron a la isla.
Not a river (Fragmento en inglés)
Enero Rey, standing firm on the boat, stocky and beardless, swollen-bellied, legs astride, stares hard at the surface of the river and waits, revolver in hand. Tilo, the kid, aboard the same boat, leans back, the rod butt at his hip, turning the reel handle, tugging the line: a glittering thread in the waning sun. El Negro, fifty-something like Enero, alongside the boat, water up to his balls, leans back as well, red-faced from the sun and hard work, rod bent as he winds in and lets out the line. The spool spinning and his breath a kind of wheeze. The river pancake flat.
Pump and reel, pump and reel. She’s hugging the bottom. Get her up, get her up.
After two, three hours, tired and almost through, Enero repeats the instructions in a murmur, like a prayer.
Without stopping what he’s doing, Tilo grimaces and yells.
What the hell, you moron!
Enero comes to.
All good. You guys keep going. Pump and reel, pump and reel. She’s hugging the bottom. Get her up, get her up.
She’s coming! She’s coming up!
Enero leans over the side. Sees it draw closer. A stain beneath the surface of the river. He takes aim and fires. Once. Twice. Three times. The blood rises, gushing, washes away. He sits up. Puts back the gun. Tucks it in the waistband of his shorts.
Tilo from the boat and El Negro from the water lift the creature out. Grabbing it by the fleshy grey frills. Throwing it on board.
Watch the stinger!
Says Tilo.
He takes the knife, cuts the barb from the body, sends it back to the depths of the river.
Enero sits down with a thud on the seat in the boat. Sweaty-faced, head buzzing. Drinks a little water from the bottle. It’s warm, he drinks anyway, long gulps, then tips the rest over his head.
He feels dizzy. Pickled by the wine and heat. He looks up and his red eyes, sunk deep in his puffy face, are blinded and everything goes white and he’s lost and reaches for his head and ends up firing into the air.