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Sandra y Ruben presentes

Florencia Lizaraso, docente merlense, concejala de Unidad Ciudadana mandato cumplido 2015-2019 y precandidata a Intendenta de Merlo 2019, escribió un artículo recordando la tragedia.
Domingo, 02 de agosto de 2020 a las 21 04

Por Florencia Lizaraso

Domingo, 02 de agosto de 2020 a las 21:04

El 2 de agosto de 2018 la explosión de una garrafa se llevó la vida de dos trabajadores, dos trabajadores de la educación, murieron en su lugar de trabajo. Esa mañana Sandra, Rúben fueron a preparar el desayuno, porque nuestra profesión es eso también horarios extra-días extra fuera de servicio y en virtud del colectivo, los docentes sabemos que nadie se salva solo, que el verdadero héroe es colectivo, y que con la panza llena se aprende mejor, nosotros le conocemos el rostro al hambre, nosotros le conocemos cada historia a la injusticia, nosotros le veíamos los ojos a la exclusión. Sandra Calamano y Rubén Rodríguez son bandera de lucha, de la lucha por una educación para todos, de una Patria para todos, de un Estado presente y que incluya. Nadie debe morir en su lugar de trabajo y menos aún si ese lugar es una escuela".

En estos tiempos de pandemia es la vida el tema, presente en el discurso, en el cuidarse y cuidar a otro, el valor de la vida, en nuestra labor como docentes, en el camino de la militancia sabemos que sin el otro, no hay inclusión posible, también sabemos que todo tiempo es político, toda explosión también lo es, al igual que toda memoria y todo olvido. Elegimos la memoria, y a dos años de este crimen social quise desde mi lugar como docente y como militante política recordarlos, porque los guardapolvos, son símbolo vivo presente en cada lucha por los derechos, por la justicia, siempre están, presentes en la vida, el nosotros, y la construcción de ese espacio tan real, tan golpeado, pero siempre digno y de pie como es la escuela. Sandra era la vicedirectora de su Escuela 49, donde murió, sabía de la educación como herramienta de transformación cultural junto a sus compañeros en defensa del Programa de Orquestas y coros infantiles y juveniles para el Bicentenario, -un programa que se implementó entre el 2008 y el 2015 y en muchas escuelas públicas de los barrios más vulnerables de Argentina donde se formaron coros y orquestas con instrumentos y personal docente provistos por el Estado Nacional, otra Argentina-, durante una movilización al Ministerio de Educación, exigiendo que el Programa continuase y que esos años de neoliberalismo no lo dieran por concluído, Sandra dijo: “Cómo podemos formar a nuestros hijos en democracia y decirles que hoy está vigente un derecho y que mañana, por obra y gracia de alguien, ya no, que no podemos seguirlo usando y que nos tenemos que conformar con la migajas que nos quieren dar”.  Y si, ser docente se trata de vivir con la realidad, en la realidad, cada día ahí la estadística es carne y los números tienen cara, y cada historia es una vida, vida que al docente le importa porque cada vida cuenta. Cada escuela, en cada barrio donde no eligen vivir de la migaja, sino que el planteo es el de vivir en los derechos, con un Estado que no los quite sino que los proteja, cosa que no pasó y en este caso queda claro, aunque desde el 2017 se venían realizando formalmente la presentación de informes y denuncias del riesgo edilicio los reclamos fueron ignorados dentro de las duras paredes de una gestión que decidió gobernar amurallada “para adentro”, para pocos y de espalda al Pueblo, donde la tecnocracia decidía en términos de “costos” y “beneficios”.

En el 2019 desde nuestro espacio político en Merlo que acompañó mi precandidatura a intendenta, proyectamos la película de Sandra y Rubén, “La tragedia de Moreno, un crimen social contra la escuela pública”, junto a su Director, a familiares, estudiantes, vecinos y a docentes que saben que el mayor acto de enseñanza será siempre el compromiso y que frente a la indiferencia hay que elegir el camino de la acción, del amor, la solidaridad, poner el cuerpo, dar la cara, y seguir adelante en nombre de lo colectivo. Una escuela es eso, una comunidad, donde desde auxiliares hasta estudiantes no solo compartimos un espacio físico, sino un barrio, proyectos de vida, tiempo, malarias y alegrías y en este caso la tristeza furiosa de gritar nunca más una muerte por olvido, por migajas, por recortes, nuestra bandera de “Nadie se salva solo”, es el guardapolvo, que contiene desde tizas, sueños de nuestros pibes y pibas, mate cocidos, orquestas, murga, Fuentealba, el barrio, y las luchas de pedido de justicia por Sandra y Rúben.

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