“La política hace falta para dar respuestas a la IA,” sentenció el pontífice al participar este viernes de la reunión del G7 en Bari, en el sur de Italia, en un discurso con profundos tecnicismos del que leyó solo un parte y luego entregó una versión más larga a los participantes. En su discurso, el Papa recordó que la herramienta se utiliza desde "la medicina al mundo del trabajo, de la educación a la política. Su uso nos influenciará cada vez más, hasta la forma en la que concebimos nuestra identidad de seres humanos".
"Mi reflexión sobre los efectos de la inteligencia artificial en el futuro de la humanidad nos lleva así a la consideración de la importancia de la 'sana política' para mirar con esperanza y confianza nuestro futuro", desarrolló Jorge Bergoglio reunido en el complejo de Borgo Egnazia, donde mantiene encuentros bilaterales durante todo el día con los principales referentes que asisten al encuentro G7, como el estadounidense Joe Biden y el indio Narendra Modi.
En su discurso, el Papa pidió que no se oculte "el riesgo concreto, porque es inherente a su mecanismo fundamental, de que la inteligencia artificial limite la visión del mundo a realidades que pueden expresarse en números y encerradas en categorías preestablecidas, eliminando la aportación de otras formas de verdad e imponiendo modelos antropológicos, socioeconómicos y culturales uniformes".
Paradigma tecnocrático
Así, según el pontífice, "el paradigma tecnológico encarnado por la inteligencia artificial corre el riesgo de dar paso a un paradigma mucho más peligroso, que ya he identificado con el nombre de paradigma tecnocrático”.
“No podemos permitir que una herramienta tan poderosa e indispensable como la inteligencia artificial refuerce tal paradigma, sino que más bien debemos hacer de la inteligencia artificial un baluarte precisamente contra su expansión", siguió luego. "Condenaríamos a la humanidad a un futuro sin esperanza si le quitáramos a la gente la capacidad de decidir sobre sí mismos y sus vidas, condenándolos a depender de las elecciones de las máquinas", explicitó.
El discurso del Papa se enmarcó, de todos modos, en un contexto en el cual según el pontífice no se puede dudar "de que la llegada de la inteligencia artificial representa una auténtica revolución cognitiva-industrial, que contribuirá a la creación de un nuevo sistema social caracterizado por complejas transformaciones de época".
Al destacar algunos usos positivos de la IA, en ese marco, el Papa ejemplificó que "la inteligencia artificial podría permitir una democratización del acceso al saber, el progreso exponencial de la investigación científica, la posibilidad de delegar a las máquinas los trabajos desgastantes; pero, al mismo tiempo, podría traer consigo una mayor inequidad entre naciones avanzadas y naciones en vías de desarrollo, entre clases sociales dominantes y clases sociales oprimidas, poniendo así en peligro la posibilidad de una 'cultura del encuentro' y favoreciendo una 'cultura del descarte'”.
Así, siguiendo lo establecido ya en otros discursos pronunciados en Roma, Francisco sostuvo que "es precisamente este poderoso avance tecnológico el que hace de la inteligencia artificial un instrumento fascinante y tremendo al mismo tiempo, y exige una reflexión a la altura de la situación".
"En esa dirección tal vez se podría partir de la constatación de que la inteligencia artificial es sobre todo un instrumento. Y resulta espontáneo afirmar que los beneficios o los daños que esta conlleve dependerán de su uso", propuso.
Así, de acuerdo al pontífice, "en realidad, lo que esta hace es buscar información en los macrodatos (big data) y confeccionarla en el estilo que se le ha pedido. No desarrolla conceptos o análisis nuevos. Repite lo que encuentra, dándole una forma atractiva. Y cuanto más repetida encuentra una noción o una hipótesis, más la considera legítima y válida".
Tras esta explicación, Francisco planteó que "más que 'generativa', se la podría llamar 'reforzadora', en el sentido de que reordena los contenidos existentes, contribuyendo a consolidarlos, muchas veces sin controlar si tienen errores o prejuicios".
Con este "uso desmedido", según Francisco, "no sólo se corre el riesgo de legitimar la difusión de noticias falsas y robustecer la ventaja de una cultura dominante, sino de minar también el proceso educativo en ciernes", poniendo a la educación en riesgo "de reducirse a una repetición de nociones, que se considerarán cada vez más incontestables, simplemente a causa de ser continuamente presentadas".