A días de que el aborto llegue al Senado con posibilidades de convertirse en ley por iniciativa del Poder Ejecutivo, la jerarquía de la iglesia católica se distanció del Gobierno y decidió apoyar fuerte a la "movida celeste".
Muestra de ese desencanto, después de un tiempo de trabajo en conjunto en la pandemia, es que la iglesia decidió no saludar personalmente al presidente, Alberto Fernández, y solo se le entregó una carta, con algún párrafo donde le recriminan la ley, firmado por el cardenal Oscar Ojea.
Según informó Mario Wainfeld en Página 12, los obispos están presionando a senadores y senadoras para que no voten el proyecto. Lo hacen a través de gobernadores católicos, a los que tienen acceso y son una voz muy influyente para ellos, como Juan Manzur (Tucumán), Gustavo Sáenz (Salta), Gerardo Zamora (Santiago del Estero). Jorge Capitanich (Chaco) es influenciado, por su parte, por la iglesia evangélica que apoyó su candidatura en las últimas elecciones.
Las prácticas de estos grupos, llevadas adelante por grupos radicales y fanatizados, se dan en un contexto de presión anti democrática donde los legisladores sufren aprietes callejeros, amenazas, escraches, divulgación de sus direcciones o teléfonos celulares y amenazas a familiares o a menores de edad.