Por Cynthia García y Pablo Di Pierri
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Es tentador para la militancia argentina mirarse al espejo de Brasil para pensar el 2023 pero habría que advertir sobre la necesidad de establecer ciertas distinciones.
Por empezar, la victoria del PT contra Jair Bolsonaro es más parecida a la estrategia electoral del Frente de Todos contra Cambiemos en 2019 que a lo que pueda construir el peronismo en adelante. No obstante, el desahogo de los sectores populares obedece al éxito de unirse para frenar al neofascismo. En Brasil, no ganó solamente Lula ni el PT sino una coalición de centro anti fascista.
Y también se hace preciso dilucidar que la única garantía de supervivencia política es la conducción de Lula, sin intermediarios ni dirigentes que lo expresen. No es una delegada suya en el Planalto, una compañera probada en batalla y respaldada por él, como lo fuera Dilma Rousseff. Es él, encarnando el regreso épico para una tercera presidencia, con el propósito de reconstruir al gigante sudamericano.
Para decirlo en términos de literatura política argentina, no es ni el presidente que no fue, título del libro de Miguel Bonasso sobre los 49 días de la presidencia de Héctor J. Cámpora, ni el presidente que no quiso ser, el libro de la inefable periodista Silvia Mercado sobre Alberto Fernández.
El mensaje de Lula después de ganar las elecciones en Brasil
En todo caso, lo que Brasil pone sobre el tapete es que lo que el peronismo debe ofrecerle a la sociedad en el próximo turno electoral no puede ser un candidato para una derrota digna o un camuflaje táctico: las urnas deben usarse en defensa propia, como hecho de masas. No hay margen para laboratorios del marketing ni explicaciones de focus group. No hay lugar para refugiarse en la congoja.
El pueblo brasilero supo abrirse paso después del impeachment contra su presidenta y la persecución, la cárcel y la proscripción de su líder. Frente a la violencia y la organización estructurada del resentimiento alrededor de Bolsonaro, el PT encontró la forma de volver, de la mano del obrero metalúrgico que redimió a los trabajadores, a tener a uno de los suyos justo ahí de donde no debieron sacarlo.
La tercera presidencia de Lula no es una carambola ni una concesión del establishment. Es, con todas las dificultades, la revancha de los que no se dieron por vencidos. Y un día , después de la persecución, proscripción, después de la cárcel y los jueces con certezas sin pruebas ; un día Lula fue presidente de nuevo. El pueblo de Brasil, aún dividido por la cultura del odio supo que no solo era “Lula Livre” , entendió qie para que Brasil fuera libre debía ser, como ahora es, Lula Presidente.