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Sin demora, en el territorio, como en 2015

Sergio Massa rompió el chanchito, en una temporada de vacas flacas. Aun cuando los sectores populares le saquen el provecho que puedan a las nuevas medidas, abundan detractores en la oposición bajo el pretexto de que la inflación se comerá la suma fija, los créditos o las exenciones a monotributistas

Lunes, 28 de agosto de 2023 a las 14 05

La constelación mediática repartirá para sus elencos roles críticos, vindicadores o equidistantes y las audiencias podrán confirmar sus posiciones, en un espectáculo cada vez más pobre donde cada cual ya decidió desde el linving de su casa quién es el villano y quién es el héroe. Sin embargo, la verdadera discusión está en otro lado.

En ese sentido, el encuentro en el Consejo de las Américas exhibió, por enésima vez, cómo languidece la democracia en una patética pasarela de candidatos aprobados por el establishment. Los empresarios que concurrieron allí podían jactarse de que, pase lo que pase en las elecciones de octubre, su tasa de ganancia no estaría comprometida.

No obstante, la distinción de matices es la última tabla en el océano al que se aferra la base de sustentación de la coalición gubernamental.

Por caso, Patricia Bullrich y Javier Milei propinaron un dechado de burradas. Y a pesar del aburrimiento que producen sus ditirambos fascistoides, los gerentes de las grandes empresas saben que podrán rodear a la ex ministra de Seguridad con Carlos Melconián, Hernán Lacunza y Luciano Laspina, para paliar su inconsistencia intelectual en materia política y económica, mientras que se tranquilizan con la posibilidad de ejercer el mismo scrum sobre Milei a través de Eduardo Eurnekian y Mauricio Macri.

Con Massa, el caso es distinto aunque el balance termine dando igual. La diferencia es que el tigrense hará los deberes sin necesidad de que lo tutelen: el líder del Frente Renovador sabe que en el desfiladero actual tiene que transitar la agenda del mercado si quiere llegar competitivo a la cita con las urnas y hasta la vicepresidenta Cristina Kirchner acompaña ese itinerario.

Así y todo, hay un detalle sustantivo que se sostiene en el cálculo de los asesores de campaña para que la fórmula de Massa y Agustín Rossi llegue al ballotage. Mientras que Bullrich y Milei prodigan barbaridades para agitar el anticomunismo en sangre de los argentinos que los ungen con su voto, Massa interpela a los empresarios como mediadores influyentes en el sufragio de las capas medias de la sociedad.

Es decir, el candidato del peronismo busca denodadamente el apoyo de los sectores que eligieron a la ex Presidenta en 2011 y al Frente de Todos en 2019, más allá de la identificación ideológica con el kirchnerismo. Su apuesta final es reconectar con aquellos a los que representó en 2013 y 2015, cuando cosechó un 21 por ciento de la torta frente al propio Macri y Daniel Scioli.

Cuenta para eso con el espanto frente a los libertarios y la reacción de los gobernadores. Si para muestra basta un botón, en la reunión de bloque previa a la sesión en Diputados para reformar la ley de Alquileres los representantes de Tucumán admitían que de cara a las PASO fueron de brazos caídos a buscar las adhesiones de sus votantes pero que ahora se pondrán las pilas para recuperar 300 mil votos, casi la misma distancia que lo separaba a Massa de Bullrich en las primarias del 13 de agosto.

Por lo demás, es probable que frente a la perplejidad y la inercia de la dirigencia sea la militancia, otra vez como en 2015, la que active los resortes de la defensa del campo democrático. Cuando los argumentos económicos no hacen mella en una sociedad adoctrinada por la propaganda de la derecha en las redes sociales y la prensa, solo el activismo popular puede salvar la suerte de la patria.

Será imprescindible asumir que meter una boleta en la urna es el revestimiento cívico de una lucha política interminable, que transforma al candidato del peronismo en una faca para defenderse de los que quieren sacarle el pan de la boca a sus hijos. La democracia, ya se dijo en este espacio, no es un tecito con cheese cake a las 5 de la tarde.

*Por Cynthia García y Pablo Di Pierri

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