Como si fuera una de esas interminables pesadillas en las que la parálisis corporal impide el despertar, la trágica noticia esta vez se convirtió en realidad: murió Diego Armando Maradona.
La primicia la arrojaron al mediodía y vaya a saber porqué tuvo que ocurrir en este año tan duro donde el mundo censuró los abrazos y le tocó despedir mayor cantidad de vidas por la pandemia del coronavirus.
El fenómeno de Maradona trasciende cualquier frontera, barrera lingüística o religión y el mundo entero se entregó a contemplar la partida de uno de los líderes más grandes de todos los tiempos. Claro, es necesario anteponer la palabra líder por delante de cualquier descripción referida a "exfutbolista" o "exentrenador", pues sin dudas si Maradona no hubiera sido el jugador de fútbol más revolucionario de todos los tiempos, se hubiera convertido en un líder político igual o más revolucionario del que fue como jugador.
Ese pibe que se formó en los potreros de Villa Fiorito y que hizo posible lo imposible contra los ingleses en México, que denunciara a la Federación Internacional del Fútbol (FIFA) diciéndole que son el gran ladrón, para que luego le cortaran las piernas en Estados Unidos y lo sacaran del Mundial, y aquel que siempre bregó por la voz y los derechos de los más humildes, se despidiera de este mundo un 25 de noviembre, nada menos que el mismo día que su ejemplo de lucha y su amigo personal Fidel Castro también partiera a otra realidad.
Su rebeldía para agrandarse en las díficiles, tanto dentro del estadio como en las afueras, su picardía para encontrar el momento justo para filtrar un pase, al igual que para lanzar una memorable frase, y sus intensas convicciones políticas para defender a los gobiernos populares de Sudamérica cuando el fantasma del ALCA quiso penetrar en la región, serán algunos de sus legados que harán inmortal a la personalidad argentina más reconocida a nivel mundial de toda su historia.
El templo de La Bombonera contempló su retiro como jugador de fútbol aquel día que aseguró que la pelota no se mancha, y la Casa Rosada será el lugar donde velarán sus restos y donde el pueblo argentino le rendirá su tributo. Justamente en diciembre de 2019, Maradona había vuelto a pisar el balcón de la Casa de Gobierno y desde allí, al igual que lo han hecho los expresidentes, saludó a la multitud que lo fue a recibir. Esta vez, le tocará a la triste multitud inmortalizar su saludo para y por siempre, a uno de los líderes populares más grandes de la historia mundial.