En Argentina, es relativamente chico el universo de personas que definen su voto a último momento pero este domingo su participación es crucial.
Aunque los autores de pronósticos electorales estén desprestigiados, nadie sabe con precisión qué saldo arrojarán las urnas.
La especulación oficialista, casi una superstición, es que Sergio Massa está unos puntos arriba de Javier Milei, pero por prudencia el tigrense no ventila esos datos y elige la divulgación de las encuestas en las que aparece parejo o peleando de abajo.
Y a la algarabía que desató en la tropa peronista el profesionalismo de Massa en el debate, le sucedió una pregunta inquietante: ¿ese atributo del candidato de Unión por la Patria sería bien ponderado por los votantes indecisos en una época que traduce el odio a los dirigentes políticos tradicionales bajo la clave del rechazo a la supuesta casta? Dicho de otro modo: ¿que Milei haya hecho un papel tan bochornoso políticamente y que su contendiente se haya lucido como presidenciable juega a favor o en contra del peronismo para capturar los sufragios de los indecisos?
Así las cosas, cada acción de Massa está calculada al milímetro estos días. Y paradójicamente, Milei aparece semi contenido aunque su entorno no deja de mandarse trastadas y Juntos por el Cambio se sigue resquebrajando.
Ayer se conoció que la senadora macrista Lucila Crexell anunció su voto a Massa. Había hecho campaña por Patricia Bullrich pero ahora, que se acercó al Movimiento Popular Neuquino, optaría por el tigrense.
Hoy, según información que manejamos desde La García, se pronunciaría en la misma dirección el gobernador electo por Neuquén, el actual diputado Rolando Figueroa.
Y durante el fin de semana, unos 60 dirigentes de Juntos en la Provincia de Buenos Aires emitieron un comunicado llamando a votar a Massa, luego de una peña con asado incluido en el camping del Sindicato de Empleados de Comercio en Berazategui.
O sea, las estructuras políticas, los engranajes del sistema, las piezas que sostienen ambas coaliciones se reacomodan y reconfiguran, más allá del resultado del insondable domingo, que las mantiene expectantes. Y en ese sentido, el peronismo parece prepararse para dar batalla si ocurre lo trágicamente inimaginable o ser una máquina implacable de construcción de poder si se impone Massa en los comicios.
Y por ahora, solo gravita la pregunta acerca de si lo que hacen los dirigentes tiene efecto arrastre sobre el voto o no. ¿Cuánto le suma a Milei el pacto de Acassuso con Mauricio Macri? ¿Cuánto recoge Massa por el trabajo subrepticio de Juanjo Álvarez en Córdoba y la reunión de Estela de Carlotto con Juan Schiaretti?
Los votos se cuentan de a uno. Y la política siempre guarda espacio para acontecimientos inesperados.
*Por Cynthia García y Pablo Di Pierri