Las corporaciones mediáticas se relamen con lo que dijo uno o calló otro durante la ceremonia del gobierno en Salliqueló pero hay que separar lo sustancial de lo accesorio: Argentina dio ayer un paso más en el camino de su soberanía energética.
Con esta obra, el país no solamente podrá revertir a partir del año próximo el saldo negativo de las divisas necesarias para el desarrollo sino que, además, restituirá la senda de sustitución de importaciones en materia gasífera y se encaminará a la provisión de energía barata para la industria. Además, ya no habrá excusa para demorar el abastecimiento de gas para los hogares cuando se construya el segundo tramo del ducto, hasta San Jerónimo.
La epopeya del Gasoducto Néstor Kirchner también es pedagógica sobre la historia reciente. Porque la construcción podría haberse iniciado en 2016 pero el macrismo abortó el proceso. Más ocupado con la bicicleta financiera que con la inversión, la experiencia de Cambiemos hizo que recién en julio de 2019 el ex presidente Mauricio Macri lanzara la licitación.
Cuando asumió el Frente de Todos, primero se suspendió la licitación y luego sobrevino la pandemia del Covid19. El precio del Gas Natural Licuado cayó a 3 dólares por millón de BTU, el financiamiento para el país era carísimo por la subordinación al FMI y los acreedores privados y el fisco carecía de recursos por el saqueo macrista.
El final del aislamiento preventivo para no enfermarse y el conflicto bélico en Ucrania encarecieron el costo de la energía y Argentina pasó a importar gas a un precio promedio de 30 dólares por millón de BTU. El gasoducto era imprescindible para no desangrarse en términos financieros. Y se solventó con fondos públicos: los 2700 millones de dólares que costó la obra provinieron de la recaudación obtenida con el Aporte Solidario y Extraordinario, el mal llamado impuesto a las grandes fortunas sancionado en la primavera de 2020 en el Congreso de la Nación.
En este contexto, la Facultad de Ciencias Sociales de la UBA y la ex ENARSA realizaron un estudio sobre el impacto social y económico de la construcción del Gasoducto. Según el equipo interdisciplinario que se formó para la investigación, la obra generó 40 mil empleos, entre 3.873 puestos directos, 28 mil indirectos y casi 9 mil más, inducidos por el consumo de los hogares.
El informe detalla que el efecto multiplicador del desarrollo en observación es “muy potente sobre la inversión y el consumo”. “Por cada peso ($) invertido en la obra, se generaron $1,51 pesos adicionales en la economía”, destaca ese paper académico.
La obra incidió en los índices del desempleo estructural y la ayuda social de las ciudades. En ese sentido, los cientistas mencionan que “en Catriel (Provincia de Río Negro) hubo una merma en la demanda de ayuda social de alrededor del 30%”, y ponderan que “la importancia de este dato radica en que se hace referencia a familias que no accedieron nunca a un empleo fijo ni formal”. “En General Acha (Provincia de La Pampa), las viandas en el comedor municipal bajaron 37%, y los módulos alimentarios, que contienen 10 productos de primera necesidad, se redujeron a la mitad”, compendiaron.
Estos datos a menudo no se recogen ni se divulgan porque el negocio de la gran prensa es sembrar desánimo. Los desafíos para Argentina son incontables pero el padecimiento sin este tipo de gestas patrióticas los multiplicaría insondablemente.
*Por Cynthia García y Pablo Di Pierri