La carta que publicó en sus redes sociales la vicepresidenta de la Nación, Cristina Kirchner, por los diez años del fallecimiento de su esposo, Néstor Kirchner, causó -como casi siempre que hace una declaración pública- mucho revuelo en la política argentina. Entre "funcionarios que no funcionan" y suspicacias sobre que "lo que molesta no son las formas sino que el peronismo esté en el poder", la ex presidenta llamó a "un gran acuerdo entre todos los sectores" para resolver la crisis que atraviesa el país.
Si bien desde el oficialismo aseguran que hace ya tiempo trabajan en el diálogo con todos los sectores, la carta de Cristina es una tregua principalmente a aquellos grupos del establishment y el Círculo Rojo que tuvieron mala relación con ella durante sus presidencias (2007-2015). La difícil situación económica por la que atraviesa Argentina entre la pandemia, la herencia macrista y la economía bimonetaria requiere de un acuerdo entre políticos, empresarios, grupos de medios y sindicalistas de todos los colores.
Recibida con sorpresa, agrado y en algunos casos también con un poco de rencor, la carta penetró a figuras impensadas tiempo atrás. Los guiños que el gobierno viene haciendo, como por ejemplo la baja en las retenciones para que el campo pueda exportar y que ingresen divisas al país y las reuniones con empresarios como Alfredo Coto y Paolo Rocca, se vieron fortalecidos por las palabras de Cristina. Una carta que caló tan profundo que llegaron impensadas felicitaciones de boca del ex candidato a vicepresidente, Miguel Ángel Pichetto.
Quien salió públicamente -y a destiempo, ya que se tomó unos días en responder- a negar cualquier posibilidad de acuerdo fue el ex presidente, Mauricio Macri, vía twitter. El ex mandatario entendió que la carta estuvo "dirigida al presidente" y aseguró que le "cuesta entender las motivaciones" de la misma. Además, se encargó de negar "acercamientos" con gente de su entorno. En otras palabras: Macri rechazó la invitación al diálogo, pedido que viene haciendo él mismo desde que se convirtió en opositor.
Desde que no está coucheado por el marketinero Jaime Durán Barba y abandonó sus chats permanentes con el ex Jefe de Gabinete, Marcos Peña, Macri comenzó a mostrar sus verdaderos pensamientos. Asesorado por su ex secretario, Fernando de Andreis, y el ex titular del Sistema Federal de Medios, Hernán Lombardi, tomó posturas radicales en cuanto a su relación con el gobierno, cada vez más alejadas de la oposición responsable que prometió cuando dejó el sillón presidencial.
El discurso de Macri caminó sobre un mismo eje durante el último año, interrumpido por intermitentes silencios y vacaciones. Desde que "el populismo es peor que el coronavirus", a criticar las medidas de aislamiento social impuestas por el gobierno. Su sucesor, Alberto Fernández, aseguró que en su conversación, al inicio de la pandemia, el ex presidente le recomendó "que se mueran los que se tengan que morir pero que no se frene la economía". En el último tiempo le salió con los tapones de punta a Cristina, cuando dijo que tiene "cooptado al peronismo" y que hoy por hoy forma parte "del partido de los que no trabajan". Además, ensayó autocríticas particulares, en las que dijo que los muchos errores de su gobierno los cometieron sus ministros, funcionarios y legisladores, principalmente los "filoperonistas".
Esto puede sonar muy bonito para la minoría intensa de los ultra, pero es contraproducente para su propio espacio, que sabe que necesita ampliarse para poder tener un buen desempeño electoral. Quizás por eso Elisa Carrió, miembro fundacional de Cambiemos, salió esta semana con declaraciones particulares: pidió que el Senado apruebe el pliego de Daniel Rafecas como Procurador General de la Nación, asumió que Alberto Fernández es el presidente y hay que cuidarlo, y se mostró enojada con Macri al que le dedicó un párrafo del cancionero peronista: "Ya fue".
Esa construcción dialoguista, a la que hoy se aferra Carrió, la encabezan Horacio Rodríguez Larreta, Jefe de Gobierno porteño, y María Eugenia Vidal, ex gobernadora bonaerense. Acompañan Martín Lousteau, Rogelio Frigerio, Emilio Monzó y muchos dirigentes importantes de la oposición.
"Ratifico la voluntad de JxC y mía de sentarnos con otras fuerzas en una mesa pública de diálogo que siga las siguientes condiciones: la Constitución Nacional sobre la mesa, dar de baja el embate a la Justicia, al procurador, a la Corte y a la propiedad privada", fue la manera elegante de Macri de rechazar la invitación. Con una construcción que lo aleja del liderazgo de su espacio y le genera dolores de cabeza, la pregunta que sobrevuela al mundo opositor es una sola: ¿Por cuanto tiempo más el ex presidente podrá hablar en nombre de todo Juntos por el Cambio?