Hace 12 días Shakira largaba un nuevo tema de la mano del productor argentino Bizarrap. El tema –dedicado al jugador de fútbol Gerard Piqué– se convirtió rápidamente en el debut latino más visto de la historia de YouTube. Y ahora mismo está muy cerca de llegar a 200 millones de reproducciones.
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La canción se celebró, en términos generales, como si fuera un himno de libertad feminista o de empoderamiento de las mujeres. Pero ¿qué hay detrás del discurso de Shakira? ¿qué significado está velado en ese conjunto de frases despechadas?
Hay una idea que viene circulando hace tiempo en filósofos como Žižek Slavoj, Byung Chul Han o Mark Fisher, y es que es más fácil imaginar el final de las democracias que el final de capitalismo. Y eso es porque el capitalismo tiene la virtud de adaptarse a cualquier propuesta, incorporarla y explotarla. Así pasa con la ecología, por ejemplo. El capitalismo se adapta, y se convierte en un capitalismo sustentable, no hay problema. Porque el capitalismo se transforma, en un abrir y cerrar de ojos, en feminista, vegano, ecológico o paladín de la libertad.
“El capitalismo es una entidad infinitamente plástica, capaz de metabolizar y absorber cualquier objeto con el que tome contacto. El capitalismo es capaz de asignar valor monetario a todos los objetos culturales, no importa si hablamos de iconografía religiosa, de pornografía o de El capital de Marx” explica Mark Fisher en su libro Realismo Capitalista, y parece que está explicando nada más ni nada menos que el fenómeno de la BZRP Music Sessions #53 con el que ganaron Shakira, Piqué, Casio, Renault, y todas las industrias aledañas.
La lógica del hipercapitalismo impide la reflexión, al punto que algunos sectores de la “izquierda cultural” y del feminismo entraron inocentemente en el juego del mundo de los famosos que industrializan todo lo que tocan: primero inventan un negocio cuando se juntan o se casan, luego inventan un negocio cuando tienen hijos o familia, y finalmente siguen el negocio cuando se separan. En todas las instancias hay negocio. “El hipercapitalismo actual disuelve por completo la existencia humana en una red de relaciones comerciales” afirma Byung Chul Han (en Capitalismo y pulsión de muerte); no queda ningún ámbito vital que se escape del aprovechamiento comercial, ni siquiera el duelo.
Pero el problema no es solo que explotan comercialmente todo lo que les pasa. El problema es que, como quien no quiere la cosa, solapadamente, Shakira revive el mandato machista de “no llorarás” y lo aplica ahora a las mujeres: “Las mujeres no lloran, las mujeres facturan”. Celebrar que “ahora las mujeres no lloran” (en cambio: facturan) es el colmo de cualquier feminismo, y es, además, funcional al patriarcado. ¿Facturar es la contracara de llorar? ¿No hay una opción que nos libere del mandato de monetizarlo todo? ¿Lo que sienten las mujeres (y todas las personas sufrientes) no puede ser expresado llorando? ¿Llorar está mal? ¿Llorar es sinónimo de debilidad? ¿Y si no se tiene la capacidad de facturar? ¿y si a duras penas se puede sobrevivir después de una ruptura o un divorcio? Si tenemos la capacidad de reinventar el mundo ¿por qué no lo reinventamos mejor?
Por supuesto que no le podemos exigir a Shakira que nos provea un himno feminista (ya tenemos los propios), ni que en sus canciones dé las batallas que necesitamos dar para conquistar la igualdad, pero al menos llamemos a las cosas por su nombre, y lo más importante: si querés llorar, llorá.