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¿Qué esperar del nuevo programa con el FMI?

En los próximos días el Gobierno va a cerrar el programa de transición con el FMI para el segundo semestre. ¿Qué consecuencias tendrá para lo que resta de 2023 y qué agenda quedará pendiente para los próximo años?

Domingo, 09 de julio de 2023 a las 21 13,

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 09 de julio de 2023 a las 21 13,

Los últimos meses mostraron una mejora importante en la situación financiera por el recorte del riesgo país, la recuperación en los activos de renta fija y la estabilidad (incluso nominal) en los tipos de cambio paralelos. Este veranito fue precedido por cierta toma de ganancia en los últimos días, con una reversión de los flujos sobre emergentes, pero también por las dudas del mercado sobre la dilación del diálogo entre el staff del FMI y los representantes locales. Tras el cierre del programa financiero en pesos, solo resta resolver el segmento dólares para asegurar el resultado del “Plan Llegar 2023”.

Bajo la premisa de que la hoja de ruta actual con el Fondo no se puede cumplir, la negociación de estos días se coronará con un programa de transición para el próximo semestre. Implicará una flexibilización parcial de los parámetros y/o el esquema de ingresos y pagos. En ningún caso se tratará de una ruptura respecto de lo pactado el año pasado, de modo tal que el diseño general y las premisas conceptuales del programa de facilidades extendidas será sostenido. Una reformulación más integral quedará para el próximo Gobierno. En caso que se imponga la oposición de Juntos por el Cambio, vemos como opción más probable que el EFF 2022 se mantenga y se trabaje para el sobrecumplimiento de los objetivos fiscales y monetarios. Si ganara Sergio Massa, aumenta la probabilidad de un reseteo del acuerdo, con el propósito de suavizar aún más la curva de pagos de los próximos años. Ideas como la de conectar la devolución del crédito a las exportaciones tienen menores chances de éxito, por carecer de antecedentes en otras economías. Tal vez valga la pena intentarlo; al fin y al cabo el próximo gobierno va a tener más legitimidad para gestionar esa tensión.

La discusión sobre las metas cuantitativas a cumplir este año no parece ser la más álgida. La posibilidad de relajarlas ante circunstancias exógenas disruptivas siempre estuvo contemplada. El punto número once del memorando de políticas económicas y financieras refrendado en el programa EFF-2022 consigna explícitamente que “los shocks relacionados con el clima podrían afectar nuestras exportaciones, con repercusiones negativas en la entrada de divisas y los ingresos fiscales”. La mayor sequía en un siglo lógicamente se encuadra en esta definición, ya que provoca impactos múltiples sobre las diferentes variables que hacen a la sanidad de la macroeconomía. La menor actividad productiva acota la recaudación genuina del sector público. Dado un nivel de gasto (con rigidez a la baja), los menores ingresos tributarios aumentan las necesidades de monetización del déficit a través de transferencia del Banco Central. Por último, la brutal caída de las exportaciones reduce los saldos comerciales y atenta contra la posibilidad de aumentar el stock de reservas internacionales.

Más tensa resulta la discusión sobre el cash flow para lo que resta de la etapa de pagos del SBA 2018 y desembolsos del EFF 2022. Se trata de U$S 10.673 millones para el segundo semestre de este año y casi U$S 13.900 millones hasta el final del programa en curso. Una de las alternativas en consideración es un adelantamiento del remanente de fondos 2023, que podrían llegar apenas el board del organismo apruebe las modificaciones. La principal ventaja sería la consolidación de las reservas, contribuyendo a anclar las expectativas en el plano financiero. El poder de fuego extra para que Economía enfrente presiones devaluatorias sobre los dólares paralelos es un punto tanto más polémico, ya que distintos protagonistas (como el exMinistro Martín Guzmán) han manifestado reparos sobre esta posible aplicación. En cualquier caso, contar con estos DEGs garantizaría un puente verde para evitar atrasos con el FMI en lo que resta del año. Con menores pagos en el inicio del próximo gobierno, quedaría pendiente recolectar los dólares necesarios para la devolución del programa total de facilidades extendidas por 1.000% de la cuota argentina. Los tiempos para eso son más dilatados, ya que la fase crítica de repago del capital inicia en 2026.

Los desafíos en un año con la peor cosecha del siglo siguen siendo mayúsculos. Es así que vemos una continuidad del déficit de cuenta corriente para el tercer trimestre del año, revirtiendo levemente en el último cuarto del 2023, con mejores previsiones para la cosecha fina. En términos de actividad, esperamos que se profundice la retracción que se hizo efectiva con el último indicador de actividad. Lejos de un desplome de proporciones, proyectamos una merma de la producción entre el 1% y el 2%, llevando el PBI a niveles per cápita similares a los de 2019. En materia inflacionaria no hay pronósticos de desaceleración significativa. El relevamiento que publica el BCRA consigna un IPC desde el 114,2% actual a un 125,1% para el cierre de este año. Con todo, el programa en curso dista de ser anti inflacionario o de impulso a la actividad interna. Busca ser un ancla simbólica para pavimentar un recorrido de ordenamiento general, que vaya superando los desequilibrios y recuperando la confianza para volver a los mercados voluntarios de crédito.

Mirando hacia delante, existe buen potencial exportador en sectores subaprovechados, como gas, petróleo, minería metalífera, pesca y los servicios basados en conocimiento. Una parte del desafío se va a resolver cuando se destraben las condiciones macro para remover los escollos que afectan la ecuación económica de las empresas. Superada esta primera instancia, será necesario trabajar medidas de promoción para aumentar la agregación de valor local, llenar casilleros vacíos en la matriz industrial y dar un salto de calidad en la competitividad externa. Decisiones de lago plazo requieren seguridad jurídica y estabilidad institucional. Uno de los riesgos para la próxima etapa es que los mayores saldos de divisas deriven en una apreciación efímera de la moneda, aumenten el consumo de bienes y servicios importados, pero no se acompañe de acciones para mejorar nuestro perfil productivo. La clave parece estar en la planificación del desarrollo, con un sector público que acompañe para mejorar las condiciones a las empresas y ayude a desatar nudos. Será también relevante minimizar volantazos bruscos en la política económica, como viene ocurriendo hace casi una década.

En los próximos días Massa viajará a EEUU y le pondrá la firma al nuevo acuerdo de transición. Manteniendo los pies en el plato, el Ministro sabe que nadie en el FMI quiere comprarse el problema de empujar a nuestro país al abismo. A escasos días de las elecciones, emparchar un programa muy abollado por la sequía es indispensable para neutralizar el ruido financiero y cambiario. La próxima administración deberá tomar la sartén por el mango, y dar pasos conducentes para negociar un nuevo esquema permanente que permita salir del laberinto de la deuda.

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