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Massa siendo Massa: el ajuste que evitó un colapso

En el primer trimestre de la gestión Massa se redujo el gasto público y el déficit se alineó con el objetivo del FMI. En esta columna nos preguntamos cuánto de este resultado evitó un colapso macroeconómico mayúsculo.

Domingo, 04 de diciembre de 2022 a las 18 50

Por Sergio Chouza

Economista y docente UBA/UNdAv

Domingo, 04 de diciembre de 2022 a las 18:50

Avanza el plan económico de Sergio Massa. En materia fiscal implica encuadrar el gasto público, que venía desbandado en la primera mitad de este año. Su capacidad política y la cohesión interna que produce su figura evita que emanen críticas desde el interior del Gobierno. El ordenamiento de las cuentas públicas garantiza el cumplimiento de las metas acordadas con el Fondo Monetario, que lucía complicado hace unos meses por el descontrol en la cuenta de subsidios económicos. El impacto del ajuste fiscal muestra una conexión difusa con los niveles de actividad, que sufren una mayor erosión por la dinámica inflacionaria y los cuellos de botella en la oferta productiva. La moderación del gasto sí parece tener efectos positivos sobre las expectativas, ya que se aplacaron los análisis críticos que pronosticaban un estallido macro inminente. Con todo, falta superar la etapa más álgida del año en el mes de diciembre. El Ejecutivo armó algo de colchón fiscal para disponer medidas de alivio, en caso que el zapato apriete en demasía.

Tres factores explican el trazo grueso de la mayor moderación fiscal en el primer trimestre de la gestión Massa con datos registrados:

  • Una desaceleración marcada en los recursos discrecionales para la seguridad social. En particular, se acotaron a su mínima expresión los bonos y las transferencias del Ejecutivo para colectivos en vulnerabilidad. Nuevamente en este punto la muñeca política de Massa impide que escale la conflictividad.
  • La primera etapa del sinceramiento tarifario, con el arrastre del mecanismo de “segmentación” heredado, además del esquema de ahorro por consumo. En la primera parte de este año esta partida se había desmadrado, dado el aumento de las cantidades importadas y el encarecimiento de precios de la energía.
  • Una contracción marcada en el ritmo de transferencias a las Provincias. Este componente traía una inercia considerable en el marco de la pandemia, pero después no se había reducido lo suficiente a pesar de que la mayoría de las jurisdicciones mantienen cuentas públicas equilibradas o superavitarias.

La inflación hace el trabajo sucio para poner en caja la trayectoria fiscal. Es tanto más fácil propiciar condiciones para un ajuste cuando la nominalidad de la economía viaja a una velocidad del 90% que cuando los precios se mantienen estables. De hecho, el Gobierno tiene margen pleno para la actualización de las partidas por no tener más que un Presupuesto prorrogado del año 2020. Es así que en el último mes con datos disponibles (octubre) la caída real del gasto escaló al 13%. En el detalle por segmentos, el primer trimestre de gestión de Sergio Massa muestra una retracción del 6,4% en prestaciones sociales, una merma del 8,8% en fondos para universidades, una caída del 13,2% en gastos de funcionamiento, una baja del 17,4% en subsidios económicos y una disminución del 19,6% en los giros a las Provincias. Solo crecen los gastos de capital (+48,8%) vinculados a obras de infraestructura en las Provincias, aunque explican solo 10% del gasto total. Así, proyectamos una compresión del gasto total en 0,4 puntos del PBI para el último trimestre del año, comparando con igual período del 2021.

En su reciente comunicado técnico el FMI manifestó complacencia por la dinámica fiscal y reafirmó la necesidad de mantener los parámetros del acuerdo de cara al año próximo. En los papeles exigiría una reducción del déficit de 0,6 puntos porcentuales hasta 1,9% del PBI. No obstante, la consolidación será más cercana a un punto del PBI, dado que en este primer semestre se incurrió en el artilugio contable de computar por arriba de la línea las rentas de la propiedad fruto de la diferencia entre valor nominal y valor de mercado de las colocaciones en pesos. Vetada esta artimaña el Gobierno deberá extremar esfuerzos por reducir el gasto, en un contexto políticamente complicado. En medio de la campaña electoral presidencial se verá restringido de incurrir en una expansión como la realizada por Macri en 2019. Como alternativa puede flexibilizarse parcialmente la austeridad en los meses de campaña, compensando en la última parte de 2023. En cualquier caso, serán equilibrios delicados para transitar.

Vale preguntarse por el impacto del ajuste sobre la actividad económica. En la mitología económica está bastante extendida la idea de que una desaceleración del gasto público tiene efectos contractivos muy severos sobre la producción. Sin mayores estudios sobre elasticidades y multiplicadores, podemos intuir que hoy el cuello de botella para la actividad se determina por la insuficiencia de reservas que causa estragos sobre los sectores con alta dependencia importadora. Una vocación muy expansiva en el gasto no hace más que mantener con tubo de oxígeno una demanda interna que no matchea con las capacidades de generar dólares. Dicho de otro modo, enfriar la economía también es una estrategia indirecta para reducir la presión sobre la restricción externa. El impacto social no es mucho más claro. La asistencia a sectores vulnerables tiene un elevado grado de indexación, aunque nunca es suficiente en un contexto de aceleración inflacionaria. Los recortes afectan principalmente a sectores medios/altos, que verán reducidos ingresos disponibles en el corto plazo. Para toda la ciudadanía, el mejor alivio no es un cheque del Estado, si no bajar la efervescencia de precios.

Como cierre la dimensión política, donde Massa se mueve como pez en el agua. Cuesta imaginar otro dirigente dentro del oficialismo que hubiera podido aplicar control de daños con tanta efectividad, y total grado de maniobra para disponer medidas a gusto y piacere. Es incierto cuánto ayudará el actual esquema macro-fiscal para anclar las expectativas y lograr el cumplimiento de la (agresiva) meta que se puso el Ministro para el mes de abril. Como solemos marcar en estas líneas, haber eludido un escenario de colapso con espiralización nominal ya es un logro en sí mismo.

Un último punto no menor es el rol de la oposición. Un poco por el Mundial, pero un poco también por conveniencia, en las últimas semanas se redujo el grado de beligerancia con el plan económico por parte de referentes opositores. Parece haber en este punto una valoración pragmática: si este Gobierno deja una economía con todos los problemas nominales perceptibles, pero en un camino decidido de ordenamiento de las cuentas públicas, entonces se dan las condiciones para profundizar ese programa minimizando costos políticos. Al fin y al cabo el equilibrio fiscal está a la vuelta de la esquina y va a representar un capital simbólico importantísimo gobierne quien gobierne.

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